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miércoles, 3 de agosto de 2016

La trastada. Por Marianella Salazar


Marianella Salazar / El Nacional

El engendro de Resolución 9855 que ordena a las empresas privadas y públicas enviar trabajadores a las faenas agrícolas, que reinstaura el trabajo forzoso y la esclavitud, no es más que otro desatino de los despreciables esperpentos que intentan salvar su pellejo ante la apoteósica caída de la farsa chavista. Dan pena ajena quienes plantean una medida imposible de aplicar, o es que acaso pensarán arrastrar a los empleados públicos y privados, jalados por los pelos, amarrados o encadenados para que trabajen de forma “volungatoria”, como hizo Fidel Castro con los cubanos, a quienes esclavizó durante décadas con trabajos forzados en la zafra de caña, mientras la criminal revolución adoctrinaba a sus hijos volviéndolos esclavos mentales, que es aún peor. Lo mismo pretende hacer la narco- dictadura de Maduro, con el pretexto de rescatar una producción nacional que ellos mismos destruyeron en tiempo record, con un campo devastado por las expropiaciones, el robo de tierras y propiedades, ordenadas a mansalva por Hugo Chávez durante su apoteosis dictatorial. Quienes deberían irse a trabajar obligatoriamente al campo, para resarcir en algo el desfalco inmoral a la nación, es el propio Maduro y su combo, a quienes no les caería mal un poco de actividad física, a ver si rebajan la enorme cantidad de kilos ganados en una vida de excesos y abusos de poder, que contrasta con la raquítica humanidad cuando llegaron como producto de errores imperdonables de una enquistada clase política, una antigualla cuartarrepublicana, que casi 20 años después, pretende pactar con el régimen narco chavista. El pasado fin de semana, el gobernador de Aragua, Tarek el Aissami, reveló –y nadie lo desmintió– que “han sostenido reuniones privadas con la oposición, autorizadas por el presidente Maduro, para buscar una vía para el diálogo”. Se trata sin duda del falso diálogo que permitirá un proyecto político de convivencia entre ambas distorsiones de la política venezolana, con miras a las elecciones de 2019 y que dará al traste con la aspiración nacional de realizar el referendo revocatorio éste año.

Aliados visibles

Es notorio el giro que viene tomando una parte de la MUD, específicamente los partidos Acción Democrática y Un Nuevo Tiempo, quienes a través de calificados voceros, como Henry Ramos Allup –convertido en ingenioso orador pero en un pobre ejecutor–, quien pondera a Rodríguez Zapatero y considera que “su actuación ha sido equilibrada y proactiva a ver si se logra el diálogo” y da por cierta la tesis de que el filibustero español haya frenado una sentencia del TSJ contra las firmas por el revocatorio; o las declaraciones de la alcaldesa de Maracaibo y esposa del líder de UNT, Eveling de Rosales, que afirma que “el diálogo debe darse sin que ninguna de las partes establezcan condiciones y que el revocatorio no puede ser una condición para dialogar”. A las claras son parte de una tramoya que puede conducirnos a anular el proceso referendario de 2016. Ante semejante trastada, el sector integrado por Primero Justicia, Voluntad Popular, Alianza Bravo Pueblo, Vente Venezuela y los partidos más pequeños, imponen otro debate político y acusan las visibles discrepancias en la MUD, como también en la hoja de ruta de la confrontación en la calle, que ejerza presión sobre la liberación de los presos políticos y la realización de un referéndum que ponga fin al remolino de miseria, de violencia, que nos conduce a un nuevo régimen militar de facto y que terminará de hundirnos en el subsuelo de la historia, llevados por el narcochavismo con ayuda de sus aliados visibles y de los que se creen invisibles.


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