Carolina Jaimes Branger / La Verdad
Fulano, zutano y mengano militaban en el partido de gobierno. Participaron en las intrigas y manejos oscuros para perpetuar al régimen en el poder. Interpretaron leyes. Inventaron delitos. Colaboraron -con la reinterpretación del término “custodia protectora”- que el poder de policía se hiciera independiente de los controles judiciales. En la terminología que usaban “custodia de protección” significaba la detención, sin revisión judicial, de adversarios reales y potenciales del régimen. Los prisioneros detenidos bajo “custodia protectora” no eran confinados dentro de prisiones normales.
Fulano está enterrado junto a su esposa, pero su nombre no aparece en la tumba. Fue una decisión familiar la de borrar el nombre del hombre cuyas acciones avergüenzan a todos. Había estado en el ejército, donde alcanzó el rango de teniente. Vivió en Rusia donde simpatizó con los bolcheviques. Cuando regresó encontró con que su hermano estaba en contra del régimen que acababa de instalarse en el poder, régimen con el que él simpatizaba. Se dedicó a llamar la atención con propuestas radicales que interesaran a los miembros de la cúpula. Fulano más tarde se hizo juez y como tal hizo todo lo posible por ganar el favor del líder. Apresó jóvenes por razones tan nimias como que repartían panfletos en contra de la violencia. “Criminales precoces juveniles”, los llamaba. A muchos los mandó a matar sin que le temblara el pulso. El odio era su motor. Más que la codicia. Deseaba el poder y finalmente logró que lo nombraran juez en la Corte del Pueblo.
Zutano tenía como objetivo transformar la carrera judicial mediante la instalación de hombres leales al partido en posiciones de liderazgo dentro del poder judicial. Se dedicó a poner en práctica estas ideas, insistiendo en que todos los jueces tenían que ser “100% del partido” y además gozar de la confianza de los funcionarios del partido. Cuando este no era el caso, los jueces enfrentaban destitución sumaria. Una práctica usual era la de ordenar arrestar de nuevo a quienes ya habían salido de prisión. Unos Testigos de Jehová, sólo por serlo, los mantuvo ocho meses presos y cuando los soltaron los mandó a apresar de nuevo. En sus planes de reforma originales trató de darle al partido un papel más estrecho en la formación de los jueces. Para esto buscó extender el nombramiento de jueces legos y la práctica de juicios populares a expensas del poder judicial profesional.
Mengano “por su forma y métodos que hizo de su corte un instrumento de terror y ganó el miedo y el odio de la población. A partir de las evidencias de sus colaboradores más cercanos, así como de sus víctimas, nos encontramos con que representó la personificación del secreto, la intriga y la crueldad. Fue un hombre sádico y malo. Bajo cualquier sistema judicial civilizado podría haber sido sometido a juicio político y destituido y condenado por prevaricato a causa de la maldad intrigante con la que se administraba la injusticia”.
¿Sus nombres? Roland Freisler, Curt Rothenberger y Oswald Rothaug, jueces nazis, quienes usaron las armas que les daba la justicia para cometer las más horrendas atrocidades. Esos juristas del horror, como bien los llamó Ingo Müller en su libro del mismo nombre (traducido magistralmente al español por Carlos Armando Figueredo), justificaron el Holocausto mediante leyes ad hoc. El primer juez murió en un bombardeo en Berlín, el segundo se suicidó y el tercero fue condenado a cadena perpetua. Como diría un judío “a todo cochino le llega su sábado”.
@cjaimesb
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