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jueves, 1 de febrero de 2018

Los juegos del hambre. Por Laureano Márquez


Laureano Márquez Blog / Editorial Tal Cual

¿Qué le pasa a la oposición venezolana? ¿Por qué ha tenido tanto éxito la estrategia de su ruina y división? Son preguntas que nos asaltan como si fuesen malandros en la noche caraqueña. Votar o no votar, sigue siendo nuestro dilema. Es un dilema terrible para una ciudadanía que tiene solo el voto como su única fuerza cuando todo se ha perdido. Pero el voto solo es un instrumento de cambio cuando el ciudadano tiene garantías de que su ejercicio puede ser honesto y justo, esto involucra varios aspectos: tanto que el resultado de los escrutinios sea el fiel reflejo de la opinión ciudadana, es decir que las elecciones sean limpias y transparentes y que el elector no haya sido coaccionado en su opinión por un agente externo a su propia consciencia, como por ejemplo, comida si está muriéndose de hambre. Ninguna de estas dos seguridades las tiene el elector venezolano. Por otro lado, si en República Dominicana se negocian condiciones de transparencia electoral y el gobierno accede a dialogar sobre el tema es porque reconoce que no existen. Lo curioso es que en medio de este diálogo se convoque a una elección presidencial sin haber llegado a un acuerdo. ¿Cómo creer en un diálogo así?

Los ciudadanos opositores tenemos demasiada desconfianza en nuestros líderes. Hay un montón de cosas que no entendemos bien y que generan en nosotros dudas y suspicacias:

Aunque uno es capaz de entender la necesidad del diálogo en todas circunstancias, porque incluso los prisioneros de los campos de concentración negocian con los capos del mismo para conseguir mejores condiciones humanitarias: un plato más de comida o una manta para no morir de frío, también uno entiende que quien comanda el láger nunca va a negociar su salida del mismo si no hay una fuerza superior capaz de obligarlo. Nadie que tiene poder absoluto lo abandona voluntariamente si no es objeto de presiones que ya no puede soportar. Esas presiones en Venezuela aún no existen. ¿Qué garantías hay de que un diálogo con un gobierno que no hace otra cosa que violentar todas las normas jurídicas, la ética y los derechos Humanos cumpla lo pactado?.

Creo que se respira en el ambiente que la oposición considera que es capaz de obtener ganancias parciales más allá de la unidad. En tal sentido, la idea de que juegos individuales pueden derivar en situaciones ventajosas para un sector de la oposición sobre otro, ha hecho mucho daño a la unidad opositora. Ha faltado una suerte de grandeza de espíritu en la oposición para colocar la supervivencia nacional por encima de apetencias personales. Dan la impresión los opositores de estar más ocupados en conseguir “cuotas de poder” jugando posición avanzada, que cambiar el estado de cosas que hunde aceleradamente al país. La sensación que impera en la ciudadanía es la que se ha tomado el camino de transacciones.

Como apunta atinadamente el filósofo español Agapito Maestre: “en Venezuela no hay política”. No habiendo política, la principal tarea de la oposición debería ser que retornaremos a ella, para lo cual es indispensable que los beneficiarios de la antipolítica salgan del poder. La existencia de la política requiere reglas mínimas y nosotros estamos como en Los Juegos del Hambre, en una competencia en la cual las reglas las impone el que controla el poder y no está dispuesto a perder nunca. Como en la trilogía lo que está en juego es la propia existencia.

No sabemos cómo vamos a salir de esta catástrofe que vivimos los venezolanos, lo cierto es que no habiendo reglas fijas y sabiendo que toda regla que nos ofrezca alivio puede ser cambiada sobre la marcha, no estamos en capacidad de tomar decisiones definitivas como votar o no votar.

Los opositores somos sencillamente concursantes de los juegos del hambre, queremos matarnos entre nosotros mientras alguien más poderoso quiere matarnos a todos, entre otras cosas, de hambre.

La ANC es el Capitolio y los distritos han comenzado a rebelarse.

@laureanomar


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