ALEXANDER CAMBERO | EL UNIVERSAL
El sueño de vigencia histórica del régimen se desmorona. Son tan pesadas sus falsedades que las bases han cedido peligrosamente, dejando al descubierto su colosal mentira. Su heredada sustentación hace aguas en todas direcciones, quedándose como un solitario que lucha contra adversarios que esperan su momento para hundir el puñal de la traición. Muy pocos sectores dentro del oficialismo siguen al hombre que expele tonterías en cada salivazo. Su liderazgo es tan débil como el discurrir de sus ideas. Esa lucha fratricida que se libra dentro del gobierno, lo tiene como envuelto en una telaraña de intereses que lo asfixian sin ninguna consideración. Se derrumba como castillo de naipes y cede ante el ímpetu arrollador de Diosdado Cabello quien conoce sus debilidades y las explota sin piedad. Lo mismo hace Cuba quien vive reclamando su parte del tesoro. Son dos amos exigentes que no guardan reparo en tratar de imponerse en el juego de los intereses ocultos.
Por los predios de Miraflores un hombre se revuelca en sus angustias. Nicolás Maduro se pliega ante cada situación, sencillamente porque el miedo corroe sus huesos hasta dejarlo exangüe. En las últimas semanas ha desarrollado una profunda turbación. Su alma está condenada por un péndulo macabro en donde se balacean dos sectores internos que condicionan sus ejecutorias. Cada paso que da viene marcado por otro, ya no cuenta con el líder histórico que sabía protegerlo bajo sus alas, ahora rema solo para evitar que las fauces ardientes se lo traguen en cualquier momento. La desesperación se hace más profunda cuando en un momento de respiro puede mirar lo que ocurre en la Venezuela actual. Cada gira de Henrique Capriles hace que su insomnio se convierta en un caso peligroso. Observa como las masas se desbordan tras el paso del abanderado democrático, esa imagen refrescante lo atormenta al entender que sus actos solo tienen gente sin existen prebendas y chantaje. Conoce de sobra que su gobierno es producto de un fraude monumental en contra de la voluntad de la mayoría de los venezolanos. Ya se hace inmanejable una situación que produce una ingobernabilidad que se siente por todos lados.
La visita de Henrique Capriles a Bogotá alborotó sus angustias. La cordialidad como fue recibido por el presidente colombiano Juan Manuel Santos, hizo que diera rienda suelta a sus frustraciones. La sigilosa diplomacia neogranadina sabía que estos encuentros le ocasionarían algún conflicto con sus intemperantes pares venezolanos. Con gran inteligencia hizo que el mundo pudiera captar mejor el grotesco rostro que se oculta tras el antifaz democrático. Las tropelías surgidas de la nerviosidad de nuestros funcionarios, fueron disipadas por el talento de la canciller María Ángela Holguín. Colombia dio una demostración de saberse manejar en el ajedrez internacional. Las destempladas amenazas del régimen esquizofrénico, mueren cuando los micrófonos se apagan y la realidad se asoma por el cristal.
alexandercambero@hotmail.com
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