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miércoles, 5 de junio de 2013

Tibisay y Diosdado prefieren el silencio. Por Rubens Yanes @rubensyanes

RUBENS YANES | EL UNIVERSAL

Siempre me ha llamado la atención lo sumisamente obedientes de los personeros de esta revolución. Demasiado obedientes para ser revolucionarios. Demasiado sumisos para querer cambiar el mundo.

Abrazan la "unidad" y la "disciplina" como argumentos para justificar las bajadas de cabeza que a diario hacen ante sus jefes, pero la verdad es que el temor y el bozal de arepas también tienen mucho que ver en su conducta.

Esta actitud complaciente se manifiesta en discursos monolíticos y altisonantes, llenos de lugares comunes y con muy poco espacio para la autocrítica revolucionaria. Básicamente, un vocero de la revolución se dedica a alabar el proceso y sus líderes, y a execrar a los "traidores a la patria", quienes usualmente son de oposición.

La crítica a la revolución es entonces monopolio de ese grupo escuálido, vende-patria, capitalista y pitiyanqui que es la oposición. Sean adecos o no, cuartorrepublicanos o de la quinta, militares o comunistas consagrados; si abren la boca para criticar algo de este gobierno, terminarán enjaulados en los epítetos con que se desdibuja a la oposición.

Cuando la crítica viene de un periodista o de un medio, la cosa es más grave aún. Y más compleja. Los medios son vistos también como de "oposición" por la sencilla razón de dedicarse a hacer lo que vienen haciendo desde varios siglos: informar sobre las anomalías de la sociedad, presentar los hechos inusuales de la vida diaria, revelar lo desconocido de las historias cotidianas.

Este gobierno asumió desde muy temprano una actitud combativa contra los medios. Transformó su lucha y visión en política pública y, gracias a ella, nació el ambicioso sistema de medios públicos, cerró un buen número de televisoras y radios, aprobó dos versiones de una efectiva ley mordaza y ha acorralado a los medios privados como ningún otro gobierno lo logró en los últimos 50 años.

Las acciones contra los medios siempre fueron "institucionales" y lo siguen siendo. Sólo que ahora más que nunca se evidencia que las instituciones asumen las posiciones personales de quienes las dirigen. Con lo que la política se vuelve más selectiva (y arbitraria), así como sus efectos. Ahora sí entramos en el campo del "No te respondo a ti, ¡porque no me da la gana!".

Tal es el caso de lo que vimos recientemente en el CNE donde Tibisay Lucena concluyó una rueda de prensa porque le provocó, o en la Asamblea Nacional donde periodistas específicos son rebotados de todas sus instalaciones.

Un "ojo por ojo y diente por diente" del Estado hacia los medios que es muy arbitrario, desproporcionado y dictatorial.

Parece entonces que los funcionarios como Tibisay o Diosdado, solo pueden oír lisonjas revolucionarias. En los casos contrarios, prefieren el silencio. Si no lo creen, pregúntenle no sólo a Eugenio Martínez de El Universal y Maru Morales de El Nacional, sino al propio Mario Silva de VTV.

@rubensyanes




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