WILFREDO FRANCO | EL UNIVERSAL
Venezuela es hoy un amasijo de país, una economía maltrecha y arruinada, una infraestructura obsoleta y dañada, servicios públicos deplorables y dos tercios de la población insatisfechos, con un Gobierno atiborrado de dólares por una década. ¡Qué mala administración hemos tenido estos 15 años!
Una buena administración hubiera impulsado la multiplicación de cada dólar ingresado por cinco o diez, utilizando y magnificando la capacidad de trabajo de la maquinaria productiva. ¡Y hoy seriamos el mejor país de América Latina! Sin desempleo, sin escasez, sin inflación y con la moneda más fuerte del mundo. Estaríamos exportando más petróleo, más hierro y acero, más aluminio y muchísimo más productos industriales y hasta alimentos al resto del mundo. ¡En lugar de una Polar o una Agroisleña debíamos tener 10! Este Gobierno tiró por la borda la oportunidad, imponiendo a trocha y mocha el sistema cubano como estrategia para eternizarse en el poder, usando como pretexto ayudar a los pobres.
A la final, luego de tres periodos presidenciales de cinco años, que en la mayoría de los países son solo cuatro pero aquí se llevaron a seis, y haber despilfarrado ingresos petroleros fabulosos y haber endeudado al país como nunca se hubiera siquiera pensado, los resultados están a la vista: la fuga de profesionales y jóvenes competentes, la ruina de las empresas públicas y privadas y la devaluación más feroz en toda América; y la inflación, la delincuencia y la escasez, a la par de la corrupción, nos colocan entre los países peor gobernados del planeta.
En estas navidades es necesario hacer un llamado a la reflexión a quienes han heredado el poder ya secuestrado por el extinto durante 14 años. Dejen de mentirse a sí mismos y de mentirle al pueblo. Aquí no hay felicidad suprema y no la habrá jamás imponiendo el sistema cubano. Ciertamente, un tercio de la población pudiera estar acostumbrándose a las dádivas, a las colas, a la escasez, a la inseguridad, y extrañamente pareciera que a otro tercio la política le asquea y ni siquiera vota, mientras que otro tercio se revela a aceptar la absurda imposición del fracasado régimen cubano.
La fractura de la sociedad, hábilmente manejada desde el poder como mecanismo de dominación electoral, si bien ha sido útil para mantenerse en el poder, hunde aun más las escasas posibilidades de salir de la crisis económica en que nos han metido a todos: a quienes votamos por el Gobierno, a quienes votamos en contra y a quienes se abstienen.
Maduro tiene dos años sin presión electoral por delante para rectificar. Maduro no debería tener ínfulas de Presidente eterno, pero sí debiera tener las de detener la caída libre del sistema económico venezolano y el hundimiento de la calidad de vida del venezolano. Sabe que Pdvsa está mal, ahogada en deudas e ineficiencia, pese al chorro de petrodólares que así como entra se esfuma sin resultados positivos, más allá de la repartición a propios y extraños, y del enriquecimiento brutal de unos pocos.
Chávez le cedió el poder secuestrado, pero también los graves problemas del país. Maduro tiene la oportunidad de sobreponerse a sus limitaciones y su principal reto es salirse del camino trazado por La Habana. El Gobierno habla de desarrollo endógeno mientras impone el subdesarrollo cubano, se habla de unidad y equidad, mientras se fortalece la brecha entre los privilegiados rojo-rojitos y el resto del país. Maduro está obligado a romper paradigmas cubanos y "verdades" impuestas por Chávez para eternizarse en el poder; y lo puede y debe hacer si quiere de verdad y sinceramente sacar al país del abismo en que ya está metido.
Quince años del absurdo experimento socioeconómico cubano ya son suficientes para demostrar que estamos suicidándonos como sociedad productiva y competitiva en el concierto mundial. Los daños al tejido social y productivo han sido inmensos y costará mucho esfuerzo repararlos. El Estado corrupto e ineficiente no puede seguir apoderándose de los espacios de la sociedad, pues ello nos lleva al colapso. Democracia auténtica, apertura al debate sincero, respeto a la disidencia, correcciones macroeconómicas de envergadura, combate real a la corrupción, respeto a la propiedad privada y a las iniciativas de empresas pequeñas, medianas y grandes son correcciones urgentes para empezar a salir del barranco. Estamos en el umbral de la noche más oscura de la historia económica de Venezuela. ¿Podrá Maduro encender la luz? La reunión con los mandatarios regionales electos fue solo la apertura de una ventanita, ni siquiera el encendido de una lámpara. El país exige hechos y no solo intercambio de palabras. El 2014 puede marcar la próxima década.
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