No es de extrañar que la población tenga una pésima imagen sobre la situación del país
LUIS VICENTE LEÓN | EL UNIVERSAL
Los venezolanos están sintiendo la crisis económica en carne propia y no en un reporte escrito y edulcorado por el directorio del BCV. Los conectores entre la economía y la política son las variables que tocan directamente a la población: inflación y desabastecimiento. Ambas están desbordadas. La inflación anualizada es la más alta de Latinoamérica. La escasez bate los récords que podemos recordar. Si consideramos solo la ciudad de Caracas, encontramos que la escasez de alimentos regulados se ubica, según Datanálisis, en 67% en octubre. Esto representa casi el doble de la escasez que se registraba en 2007, cuando el presidente Chávez perdió el referéndum constitucional.
No es entonces de extrañar que la población tenga una pésima imagen sobre la situación del país, que supera el 80% de evaluación negativa, incluyendo, por supuesto, una parte importante de los chavistas.
Claro que no todo el mundo considera que el culpable es el mismo. Para los opositores, de cajón que el culpable es el Presidente y su gobierno, mientras que para los chavistas más comprometidos, la responsabilidad recae en la guerra económica. El tema es que la mayoría de la población independiente, ubicada entre esos dos extremos, cree que el Gobierno no está haciendo lo correcto para resolver su problema y exige cambios.
Pero, ¿cómo afecta esto el panorama político del país?
Como es evidente, la percepción de crisis (que en este caso coincide con la realidad) impacta negativamente el respaldo popular del presidente Maduro. El país se divide entre una clara mayoría que cree que los culpables de la crisis son el Gobierno y el Presidente y una minoría que sigue pensando que la culpa es de la guerra económica, el imperio y los marcianos. Pero luego de más de dos años con este tema, incluso quien se mantiene aferrado a esa razón (¿o debo decir excusa?), siente que esa guerra se está perdiendo de calle y debe repensarse qué hacer con el liderazgo que la ha conducido tan mal hasta ahora. Por donde sea que lo mires, el resultado es el mismo, la popularidad presidencial cae a lo largo de todo el año, perdiendo más de 20 puntos porcentuales y ubicándose en el punto más bajo de evaluación de gestión de la revolución en 17 años.
Con estos números, la conclusión más importante es que el Presidente y el chavismo tienen un reto gigante para enfrentar cualquier elección. Aún controlando férreamente las instituciones y recursos, el riesgo de una oposición articulada frente a un evento electoral y una sociedad independiente dispuesta al voto castigo pondrían al chavismo en una fuerte complicación electoral. Siempre existe la posibilidad de que ocurran eventos no previstos que aumenten la conexión del Presidente y reequilibren las fuerzas políticas, pero no puedo imaginar, en el medio de una crisis económica gigante y condimentada por la caída del precio del petróleo, cómo es que eso va a pasar. También cabría preguntarse si el Gobierno sería capaz de tirarse la elección a la torera y evitar medirse, en cuyo caso entraría en un claro golpe de Estado, pero esa es otra historia que no entraré ahora a analizar, pues merece un capítulo aparte.
Nos referimos en este análisis a la ruta electoral. Con el soporte actual, el Gobierno no tendría votos suficientes para ganar, ni ayudadito, convirtiéndose en una oportunidad de oro para la oposición. Pero si prevaleciera la tesis radical dentro de la propia oposición (y esos loquitos también te los tengo) y se intentara una salida radical y no electoral, el Gobierno podría tirar cohetes de celebración, porque votos no tiene, pero capacidad para aplastar equivocados... como arroz picado.
luisvleon@gmail.com
@luisvicenteleon
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