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miércoles, 1 de julio de 2015

Cuál será el líder sucesor de Chávez. Por Daniel Asuaje


DANIEL ASUAJE | EL UNIVERSAL

Nuestro cometido es conjeturar quién, y de qué modo, podrá llenar el espacio dejado vacío por H. R. Chávez con su prematura muerte. Por lo pronto mencionemos dos maneras de ocupar una posición de liderazgo: Desalojando a quien la detenta o bien llenando el vacío existente, si la posición está libre. Ambas variantes se dieron durante los últimos ochenta años en Venezuela: Hugo Chávez llena el vacío dejado por un Carlos Andrés Pérez defenestrado, quien a su vez ocupó el lugar que le cedió voluntariamente Rómulo Betancourt, quien, por su parte, había destronado implacablemente a Jóvito Villalba de su condición de líder venezolano máximo durante la primera parte del siglo XX.

Estos cuatro líderes fueron sucesos socioemotivos semejantes a huracanes sociales. Ciertamente hubo otros líderes, muy destacados incluso, como Caldera, Uslar Pietri, Larrazábal y Petkoff, quienes a pesar de sus ganas no fueron bisagras que dividieran la historia nacional en antes y después de ellos como aquellos cuatro. Una pregunta elemental es: Qué tenían estos personajes, tanto en común, como en singular, para ser tan especiales. Las ciencias de la conducta han suministrado un arsenal de recursos para responder pero apelaremos a una todavía muy nueva rama de este gran árbol: La etología. Y lo haremos recurriendo a una experiencia muy aleccionadora en lo personal. Un día observando nuestra manada canina para estudio del comportamiento, se suscitó un conato de confrontación entre dos ejemplares. Esto hizo al líder acercarse e interponerse entre los dos irritados ejemplares. No hubo rugidos de su parte, ni mordiscos ni nada parecido a una dura reacción física de disciplina. Lo que ocurrió a continuación cambió para siempre nuestra perspectiva sobre el liderazgo. Ambos contendores declinaron su actitud belicosa y se retiraron para atender otros asuntos. Al ver la escena pensamos: "Este ejemplar es el líder indiscutido de la manada. Nos muestra que no tiene más carácter quien más grita. No necesita imitar a nadie, ni de despliegues estrambóticos o tiranizar para ser obedecido de modo inapelable y es líder sin haber hecho en su vida ningún curso para ello ¿Cómo conquistó y mantiene esa posición?" Encontrar una respuesta a esta interrogante nos llevó a la formulación del concepto del "apresto a la jerarquía", característica conductual compartida por todas las especies que construyen y mantienen ordenaciones jerárquicas tales como los primates, nosotros entre ellos, los equinos, los caninos y un buen número de otros mamíferos superiores. Este rasgo es una suerte de pre programación hereditaria tal como la formularan los etólogos del Instituto Max Planck. Se expresa de dos modos innatos: Como una predisposición al liderazgo, que es la tendencia a erigirnos como el manda más dentro de un grupo dado o como predisposición a la subordinación ante la autoridad de quien reconozcamos como nuestro líder o con más poder que nosotros. Estas dos caras del apresto a la jerarquía dan fin a la diatriba secular de si el líder nace o se hace pues pone de relieve que todos somos genética y socialmente tanto lo uno como lo otro. El jefe del hogar puede ser un completo subordinado en su trabajo. H.R. Chávez afirmó más de una vez seguir a Fidel. Con certeza Obama, el Papa, y cualquier otro líder, siguen a otro como su referencia.

La clave para la activación de estos aprestos en las otras persona son las señales desencadenantes que emitimos en las relaciones con nuestros semejantes. Es lo que hizo el líder de la manada en el incidente ya relatado. Pero no basta con presentarlas. El Presidente Maduro ilustra el significado de esta afirmación. Hoy día el Presidente luce más resuelto en la TV tanto por la fraseología usada, como por el volumen usado para pronunciarlas, pero su gestualidad facial y su tono de voz, principalmente, desdicen contundentemente lo que sus frases quieren decir. En lugar de determinación, transmite inseguridad, indecisión y, muchas veces, miedo. Eduardo Fernández, un gran negociador y perspicaz político, transmitía una imagen de falsedad tratando de emular a un "tigre" cuando fue candidato a la Presidencia. Maduro ha dicho muchas veces que él no es Chávez, pero de tanto querer imitarlo ha terminado, al igual que Fernández, siendo distinto a sí mismo. La autenticidad emocional es clave. Ni Cabello, Rodríguez o Ameliach, son posibles sustitutos emocionales de Chávez, precisamente, por sus lenguajes corporales. Quien más se le acerca es Castro Soteldo, tiene condiciones y credenciales pero no es muy conocido fuera de Portuguesa. Del lado opositor ni Ledezma, M. Corina ni Capriles son tipológicamente posibles sustitutos. Sólo L. López y H. Falcón calzan con el mapa emotivo-mental, pero al igual que Castro S., son sólo prospectos. En resumen, el espacio ocupado por Chávez sigue vacío y "por ahora" nadie lo copa todavía.

dh.asuaje@gmail.com

@signosysenales


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