La gente hace largas colas porque piensa que es imposible que alcancen los productos para todos
LUIS VICENTE LEÓN | EL UNIVERSAL
Durante los primeros meses, el gobierno del presidente Maduro parecía que se movía hacia un escenario que mezclaba la radicalización política con la moderación económica. La radicalización política era un predeterminado. Considerando que el nuevo presidente no tenía la conexión popular de su antecesor y que la oposición había logrado crecer sustancialmente, articulada alrededor de Capriles, era previsible que Maduro jugará duro en el campo político e intentara bloquear, como sea, el crecimiento de su adversario. Ya no es la época del "águila que no caza moscas" sino de la batalla campal entre pajaritos, de diferente especie pero similar tamaño.
El tema económico, en cambio, nos confundió. Maduro no es Chávez y aunque esa expresión representa debilidades para él en términos de su carisma, también era verdad que su condición personal abría oportunidades a la negociación y el diálogo con el sector productivo.
El nombramiento de Merentes, las reuniones con los empresarios y el anuncio de modificaciones en el sistema cambiario, abría una rendija hacia la moderación. Pero el tiempo pasó, las acciones fueron nulas y las esperanzas decayeron a galope, hasta que los anuncios recientes que profundizan las medidas de control radical sobre la economía multiplicaron por cero las esperanzas de modernización.
Pero ¿por qué el giro? Algunos piensan que nunca hubo la intención de moderarse. Respeto esa tesis, pero no la comparto. En mi opinión, el presidente está más cercano a los pragmáticos que a los radicales y el nombramiento de Ramírez no reta esa apreciación. Pero las acciones que se siguen en este momento tiene la marca radical. Otra vez ¿por qué?
En mi opinión, porque el retraso en las decisiones y el avance de la crisis afectó la popularidad del presidente y elevó sus riesgos frente a la elección municipal. Tomar decisiones económicas serias es costoso a corto plazo. Todo lo contrario, había que moverse rápidamente en el plano político para rescatar la conexión popular y nada de lo que podría proponer la racionalidad económica caminaba en ese sentido.
Entonces el gobierno se decanta por la ruta política. Congela las decisiones cambiarias y pasa de la retórica a la acción, aunque no en el sentido económico correcto. Maduro decide ponerle cara a los "malos". No sólo habla de ellos, también los muestra y los interviene. Aparece múltiples veces en cadena nacional rescatando su perfil público, pero ya no sólo en discurso. Actúa y se muestra como el actor en poder. Ordena la intervención de empresas, apresan personas acusadas de especulación, acaparamiento y desvío de divisas, algo que evidentemente ocurre como producto de las distorsiones que el modelo de control genera y que no se resolverá atacando las consecuencias, dejando intactas las causas. Se liquidan inventarios, sin que siquiera haya juicios firmes que determinen la culpabilidad de sus dueños (lo sean o no), y se venden las mercancías a bajo precio, a una población necesitada que hace largas colas para concretar un sueño. No tienen culpa. Están actuando racionalmente frente a los estímulos que el gobierno les da. La cola, por cierto, nos muestra varias cosas. Primero, que el mensaje de Maduro llegó a muchos (y no es verdad que todos son pobres y rojitos). Segundo, que el mercado funciona, incluso en revolución. Bajaron los precios y la demanda se dispara (pura teoría económica) y tercero, la gente hace largas colas porque piensa que es imposible que alcancen los productos para todos ni creen que se mantengan los precios por mucho tiempo, por lo que hay que correr a comprar lo que sea... antes que sólo quede el vacío.
Por cierto, esta vez tienen razón.
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