Una mengua en la distribución de alimentos en casi la totalidad de categorías de la cesta básica
LUIS VICENTE LEÓN | EL UNIVERSAL
No publicar los indicadores de escasez ni de precios al consumidor es como esconder el termómetro para curar la fiebre.
El Banco Central de Venezuela pareciera haber decidido sacar de circulación información tan relevante como la inflación y el desabastecimiento. No en vano, el Índice de Escasez del INPC no ha vuelto a anunciarse desde comienzos de año, al igual que ocurre con la inflación de marzo, que se ha publicado con retraso extremo y a regañadientes.
Pero así como el enfermo muchas veces no necesita medir su temperatura para saber que tiene fiebre (le basta con palpar su frente o al entorno verle la cara de desguañangado), el venezolano no tiene que esperar un dato calculado por un ente oficial para darse cuenta de los graves problemas de escasez e inflación que padece. Para ello es suficiente visitar cualquier comercio y ver con sus propios ojos la falta de productos en los anaqueles, además de los altos precios de las pocas cosas que se encuentran.
Pero más allá de la percepción de crisis, que es evidente para todos, la publicación de estadísticas oficiales serias sí es vital para el diseño de políticas públicas que atiendan los problemas que originan la crisis, así como también es clave para las decisiones estratégicas que deben tomar las empresas para reaccionar al entorno en el que se desenvuelven. Es inaceptable que un gobierno manipule los datos (y en eso coincidimos todos, incluyendo los técnicos del BCV que hasta ahora no lo han hecho), pero no es mucho menos grave que el gobierno decida manipular la publicación y colocar la data en el mercado sólo cuando lo considera conveniente para sus objetivos políticos.
Nadie puede sustituir esa data oficial no publicada. No hay estudios privados equivalentes ni recursos suficientes para producirla. Sin embargo, algunos estudios más restringidos y circunscritos a algunas regiones particulares, nos dan idea cualitativa de la magnitud del problema.
Por ejemplo, Datanálisis, en su estudio de "Mistery Shopping", realizado en un grupo de establecimientos formales e informales de la ciudad de Caracas, arroja los siguientes resultados: en marzo la escasez general de alimentos fue de 60,2%, promediando el primer trimestre 51,9%, lo que significa un aumento de +36 puntos porcentuales con respecto a 2012 y de +14,7 puntos porcentuales con relación a 2013. En otras palabras, en una visita al mercado, el consumidor conseguiría en promedio 9 de los 18 productos bajo estudio. El aceite pasó de una escasez promedio de 17,2% en 2012 hasta 97,0% en 2014. También son relevantes los casos del azúcar y la leche en polvo, que pasaron entre 2012 y 2014 de una escasez de 25,4% y 29,3%, hasta niveles de 89,9% y 88,7% respectivamente. De igual manera, se observa el incremento de la escasez de la harina de maíz precocida, que registraba una escasez de 12,4% en 2012 y en 2014 sextuplicó ese valor, ubicándose en 83,6%.
Aunque las anteriores cifras son alarmantes, lo que más preocupa es la falta de acciones para atender el problema. Venezuela continúa siendo víctima de un deterioro importante en su industria alimenticia, impulsado por los controles de precios, las expropiaciones improductivas y una creciente dependencia de las importaciones (que hoy día se ven restringidas por la falta de divisas en el mercado cambiario) lo que genera una mengua en la distribución de alimentos en casi la totalidad de categorías pertenecientes a la cesta básica; situación que no mejorará mientras los tomadores de decisiones estén más preocupados de esconder el termómetro que en buscar los remedios para bajar la fiebre.
luisvicenteleon@gmail.com
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