El próximo reto del diálogo será incorporar a los otros sectores opositores
LUIS VICENTE LEÓN | EL UNIVERSAL
Ningún diálogo en crisis es fácil y en nuestro caso se complica aún más por que no hay confianza entre los dialogantes, ni existen intermediarios, que den confianza a todas las partes.
El Gobierno, usualmente dividido y en pugnas internas encubiertas, se presenta unido debido a la presión externa que provoca el riesgo de una oposición reclamando sus derechos. La presencia del enemigo los compacta. En el caso opositor el tema se complica. El conflicto la divide entre moderados y radicales y entre políticos y estudiantes. Nadie representa a toda la oposición ni puede garantizar el fin del conflicto con un acuerdo de su parte, menos aún cuando en la mesa solo se presentan los moderados y los radicales intentarán descalificarlos como sea, acusarlos de colaboracionistas e intentar aprovechar cualquier fracaso en la negociación para desplazarlos en el control de sus grupos. Es obvio que si los moderados obtienen algo relevante de este diálogo desmontarán esa matriz de los radicales y podrían presionar su incorporación, aunque sea tardía, a riesgo de que estos grupos, hoy afuera, queden permanentemente como la guayabera. Pero si en cambio, el diálogo es solo una farsa que usa el Gobierno para manipular a la oposición y crear una falsa ilusión de apertura que no se concreta en nada relevante, la posibilidad de que la calle se calme y cese el conflicto es nulo, mientas que los radicales pueden agarrar fuerza dentro de las bases opositoras y debilitar severamente las posibilidades de acuerdo a futuro.
¿Cuál es el riesgo del diálogo? Sin duda que la gente no perciba nada nuevo, sino la construcción de un espacio de drenaje televisado a ratos.
Es evidente que para el Gobierno su expectativa mayor de diálogo ha sido, es y será obtener el reconocimiento de la oposición. Maduro necesita que lo reconozcan explícitamente y pasar esa página totalmente. Que la oposición se siente con él de alguna manera lo hace implícitamente, pero él intentará presionar que lo haga abiertamente a cambio de cualquier concesión. Y está claro que él es el único que puede entregar algo sobre la mesa y de él depende el éxito o fracaso rotundo de estas negociones.
Por su parte, la oposición tiene muchas más cosas que espera conseguir del diálogo, el tema es que tenga realmente el poder de negociación suficiente para lograrlo. Lo primero es la liberación de los presos políticos. Algo que, incluso lográndose, no resolverá el problema de fondo: el debilitamiento de los derechos democráticos en Venezuela, pero es una condición indispensable para avanzar en la búsqueda de las soluciones reales en paz. En segundo nivel, la oposición tiene que ir directo al punto central: el adecentamiento de los poderes públicos, que reconstruyan una situación mínima de división e independencia de poderes y rescate las condiciones básicas de la democracia, hoy perdidas.
Aunque es temprano para evaluar resultados, está claro que este movimiento que ha iniciado abrió un espacio al diálogo político que es natural en cualquier dinámica democrática del mundo y que era inexistente aquí.
Por ahora, no hay mucho más. Pero aún así, la MUD tomó una buena decisión al participar y dar inicio al diálogo. Incluso si el camino se convierte en largo y tortuoso y el Gobierno solo intenta manipularlos. La pregunta será entonces si la oposición es lo suficientemente creativa como para triangular ese intento.
El próximo reto del diálogo será incorporar a los otros sectores opositores y ver al Gobierno tener un primer gesto concreto con la oposición que rescate la confianza nacional en que es posible avanzar sin matarnos (¿o debo decir sin que nos maten?).
@luisvicenteleon
luisvleon@gmail.com
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