AGUSTÍN BLANCO MUÑOZ | EL UNIVERSAL
El tema de nuestra posible y obligada conversión a pitichinos, dada la nueva etapa de la invasión que ya pesa sobre nosotros, formaba parte de la programación de cierre de semestre de la Cátedra "Pío Tamayo" de la UCV. Pero no se pudo adelantar por los acontecimientos referidos en nuestro pasado artículo (EU, 18-07-14).
Indispensable, en ese sentido, advertir que vivimos un tiempo determinado por la acción invasora que hace de la negación de la libertad su objetivo supremo. En este punto nos mantenemos a 520 años del inicio de la empresa europea, vista y tenida como autora de lo que muchos exhiben como "nuestra cultura y civilización".
En cinco siglos la hegemonía-poder sigue poniendo a su servicio al colectivo-pueblo. El hacer de las mayorías es el instrumento directo para la acumulación del bienestar que se convierte en una instancia que todo lo establece y domina.
De la hegemonía independentista, de aquellos héroes-caudillos-libertadores, surgen los republicanos-dictadores-demócratas siempre ubicados en las mejores posiciones para la obtención de beneficios.
La hegemonía decimonónica está unida a la producción agropecuaria que nace y tiene su asiento en la tierra. Una especie de equilibrio que se comienza a romper con la aparición del petróleo a partir de 1914.
Con la inscripción del petróleo en nuestra economía se aviva y alimenta el ansia invasora. Se trata ahora de ponerle la mano a una inmensa fuente energética. EEUU lanza toda su maquinaria sobre aquella Venezuela de la primera mitad del siglo XX. Se establece la gran explotación y el mercado petrolero conjuntamente con la difusión de otros valores y modo de vida en general.
Progresivamente nos identificamos con el Norte. Dejamos a un lado lo nuestro para asumir o copiar muchas cosas del centro hegemónico.
Una de las voces de mayor énfasis y proyección que se levanta en defensa de lo nuestro y en contra de la penetración cultural es la de Mario Briceño Iragorry, quien se enfrenta a aquellos que han asumido el comportamiento y condiciones del yanqui como las propias. A éste lo calificó de pitiyanqui. Siempre en actitud de copia y a favor del yanqui invasor.
Y lo que vivimos hoy debe ser reflexionado en profundidad: ¿estamos en presencia de las mismas hegemonías del pasado o ante una hegemonía del colectivo-pueblo que puso a un lado la miseria de las minorías y las individualidades caudillistas?
El cuadro es complejo. Esta revolución bolivariana surge con el sello made in EEUU. Atendida, aceptada y defendida por el imperio. A partir del 15 ag.-04 comienza el período venecubano y ahora se da paso al venecuchino. Pero no se trata de un desplazamiento sino de una complementación de invasores, lo que es aún más grave.
Vivimos un momento culminante, de síntesis del proceso invasor. Sobre este expaís recae hoy una fuerza de aprovechamiento y disfrute de tal magnitud que es algo que, con toda seguridad, nadie podía admitir como previsible.
No se llegó a imaginar un nivel tan dimensional de invasión en todos los órdenes de la vida actual de este expaís, ni suponer hoy la realidad opresiva de un régimen montado sobre una plataforma supra capitalista, con clara y directa incursión y lucha con la tenebrosa y productiva esfera de la global-explotación.
Este expaís está tomado como nunca antes por las fuerzas invasoras, por todos sus costados. Y cuando se dice que a la cabeza de las mismas están EEUU y China, no se puede olvidar otros componentes como Rusia, Bielorrusia, Cuba-ALBA, Mercosur, Petrocaribe. La invasión se extiende y profundiza con la política de la dádiva o regalo petrolero a cambio de apoyo político incondicional.
Y en esto, y por desgracia, se guarda fidelidad con los lineamientos de la política petrolera de demócratas y dictadores, que vieron en el recurso natural una riqueza de y para el mantenimiento del mando-poder. De modo que hoy se adelanta la misma política populista-clientelar. Petróleo para la politiquería.
Pero hoy, para efectos de la imagen socialista, se agrega un elemento importante: la entrega al mercado norteamericano va a ser replicada por la china, entendiendo que no hay conflicto entre las dos potencias. El petro-venezolano forma parte de sus paquetes de negocios. Un reparto acordado entre los grandes socios comerciales.
Y queda entendido que la potencia-imperio chino que hoy se da el lujo de cubrir parte del déficit yanqui (1.16 billones de dólares), es el mismo que se aproxima cada vez más a este expaís, para profundizar la deuda y de esta manera convertirse en el segundo gran regidor de nuestra economía.
Y cada vez esta potencia toma mayor cuerpo invasor. Tiene las manos puestas en el oro, el petróleo, la banca, la industria y penetra con gran velocidad en el modo de vida al punto de llevarnos a pensar en la posibilidad de que al lado de los pitiyanquis puedan situarse los pitichinos.
Y cuando se lanza la mirada sobre China nuestro oficialismo, encabezado por Maduro, habla de un tal socialismo que nadie sabe cuándo existió o dónde fue a parar. No hay un modo de producción socialista ni en China ni en ninguna otra parte.
Estamos frente a un imperio-potencia mundial que debe reír plácidamente ante la prédica que aquí se hace de un tal socialismo del siglo XXI, que tiene como objetivo teórico darle poder al pueblo. Pero, ¿dónde ha habido un pueblo-colectivo en el poder?
¿Ocurrió esto acaso en cualquiera de las llamadas revoluciones liberales-burguesas o socialistas-comunistas? Hasta hoy el mando-poder mundial, nada tiene que ver con revolución. Es asunto de élites, siempre dispuestas a utilizar al colectivo-pueblo a favor de su correspondiente hegemonía.
Una hegemonía que hoy toma el contexto de la global explotación. En esta instancia China luce hoy como una de las entidades que ha conquistado un mayor y profundo espacio, para poner a prueba su capacidad y posibilidades de incursionar en esa gran guerra del capital financiero. Una guerra que conlleva a la utilización de todos los mecanismos, no afiliados a una forma de producción, sino a fórmulas de ganancias globales, extraordinarias, virtuales.
Nada tiene que ver en esto el llamado socialismo. Y el propio capitalismo está obligado a adquirir la condición global para ejercer la máxima explotación y dominio.
Y en la medida en que aumenta este poder, se profundiza la capacidad y fuerza para la captación de regímenes con posibilidades de aumentar los recursos financieros globales. En este sentido, el socialismo de este expaís les garantiza hoy un mercado seguro a EEUU y China tanto en petróleo como en aportes para las más altas finanzas.
Nos encontramos así con un mando-poder Maduro afianzado y apuntalado por esas potencias. ¿Es este el régimen-Maduro que pronto va a caer? ¡Qué historia amigos!
@ablancomunoz
abm333@gmail.com
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