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viernes, 19 de septiembre de 2014

La guerra de las bacterias económicas. Por Dámaso Jiménez


Dámaso Jiménez / Biendateado

Hasta el chavista promedio sabe que Maduro perdió el rumbo.

Según DatinCorp: 62 por ciento de la población considera que el país no está bien, mientras cifras de Datanálisis reiteran que el 80 por ciento de los venezolanos da por hecho que Maduro no está llevando a nadie a ninguna parte. El chavismo ya no gobierna, amenaza.

Solo un minúsculo sector aún enchufado en el poder es capaz de enceguecer por conveniencia hasta el paroxismo de la necedad y negar la realidad a cualquier costo, desde la escasez de alimentos y medicamentos, la corrosión de un sistema de salud en emergencia que convirtió a los hospitales en puertas de entrada a los cementerios, la falta de políticas públicas para enfrentar un mero brote epidémico, la terrorífica estadística de muertes violentas que supera cualquier conflicto bélico en otra parte del mundo.

25 mil asesinatos el año pasado podrían ser superados en el 2014 como si nada. Y qué me dicen del costo abrumador de sobrevivir en un país lleno de ciudades fantasmas, a oscuras por apagones llenos de excusas, en el que los venezolanos se niegan tantas cosas por la ineptitud misma de quienes insisten en imponer un plan inviable que ya demostró su fracaso.

Nadie sabe que es peor, si la crisis misma haciendo brasas en carne viva o las huidas fantásticas que utiliza el presidente Maduro para evadir responsabilidades y culpar a los sospechosos habituales de tanta guerra económica, mediática y ahora bacteriológica. Parece que en Miraflores hubiesen despedido a los asesores en creatividad y fueron obligados a quedarse con los dinosaurios cubanos de la guerra fría.

Nos decía recientemente el diputado Elias Matta lo increíble que resultaría que algún otro parlamento del planeta se hiciera la vista gorda con la forma como un gobierno dilapidó en tan poco tiempo 116 mil millones de dólares del Fonden, sin una memoria y cuenta de algún ministro que argumente con un mínimo de decencia la forma contundente como se esfumaron tantos recursos sin mostrar un puente, una carretera, una autopista, una escuela modelo, un centro penitenciario de rehabilitación, un nimio trazo de modernidad que describa a futuro el paso del chavismo por esta tierra de gracia.

Será la imagen de la revolución que quedará en la memoria colectiva del Hemiciclo, la de aquella mirada inclemente del presidente de la AN, Diosdado Cabello, sobre los figurantes del gabinete, que jamás se atrevieron a explicar cuáles fueron los proyectos que se ejecutaron, cuántos recursos realmente les fueron asignados, si alguna se concluyó o no. Nada, ni siquiera una escueta explicación a los 30 millones de venezolanos estafados, ni a las tres generaciones de jóvenes a quienes les destruyeron su futuro, solo porque nadie se atrevió a exigir cuentas claras a los autócratas.

Por ejemplo, cumplimos 100 años de explotación de la industria petrolera que pasaron desapercibidos, sin un acto oficial, sin un reconocimiento histórico, íntegramente por debajo de la mesa, lo que no resulta extraño en un país petrolero con refinerías casi devastadas por lamentables incidentes como los de Amuay y El Palito, falta de mantenimiento, y una industria que vive su peor momento, casi quebrada a merced de las deudas y pagando caro el despido de 20 mil cerebros que ya se fugaron, ni que hablar de la resentida politización de sus recursos por encima de la productividad del crudo como principal rubro de exportación de toda la nación venezolana.

Las mentiras y el secretismo han erosionado duro toda confianza y credibilidad del “cotorreo” en cadena nacional. Primero todo estaba normal en el Hospital Central de Maracay y 48 horas después el propio presidente cambia el concepto publicitario del discurso de guerra. Ahora nuestro problema es bacteriológico.

¿Será más fácil hacer creer que hay unos espías disfrazados de astronautas inoculando bacterias que impedirán nuestro crecimiento económico este año? ¿No será más coherente explicar que debemos prepararnos para una próxima devaluación? Lo cierto es que en el plano económico quedaremos a nivel de las bacterias al engrosar la lista negra de la inflación con países como Malawi, Suráfrica, Ghana, Mongolia, Bielorrusia y Ucrania. Se trata de un milagro económico pero a la inversa, como reseñó el editorial de El Tiempo de Bogotá, en una guerra tan silenciosa como corrupta, como el de las bacterias.

@damasojimenez


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