ALEXANDER CAMBERO / EL NACIONAL
De tanto viajar parece haber entrado en la dimensión desconocida; entre agujeros negros y el insólito universo se escurre Nicolás Maduro. Sus consuetudinarios periplos aéreos son la excusa perfecta para huir del desastre que originaron. Un proyecto demencial y nocivamente pernicioso envenenó el alma de una patria que les creyó. En dieciséis años pasamos de tener la real posibilidad de acceder al escenario de las naciones más poderosas del mundo, para caer en los últimos escalones en donde nos acompañan países arruinados. Perdimos la oportunidad histórica de transformarnos en una referencia mundial de crecimiento económico con justicia social, con libertad y derechos plenos para devenir en el rictus del canibalismo comunista en donde se pulveriza hasta lo más elemental. Somos en la actualidad una republica en estado de profunda descomposición social y política. Se multiplican los problemas mientras el presidente anda por el mundo mendigando dinero fresco que sirva para malgastarlo en pro de su decadente régimen de truhanerías. Arrastrándose hasta indignidad en la búsqueda de la cura que salve la revolución de la muerte que se aproxima.
De tanto dar vueltas por la tierra y su plenitud, un buen día el presidente Nicolás Maduro nos visitó. Como millones de compatriotas agradecimos su cordial gesto de regresar a esta geografía. Con expectación esperamos su mensaje anual ante la Asamblea Nacional. El país impaciente quería escucharlo, conocer los proyectos y soluciones para nuestros grandes males. Solo bastaron unos minutos para comprender que el flamante primer magistrado nacional seguía en la luna. Una sarta de palabras inconexas alimentaron el pobrísimo discurso desde la tribuna principal de la nación. Fue de tan escaso nivel que hasta sus partidarios bostezaban de fastidio. Una larga agonía del verbo mal usado para no decir nada constructivo. Un total fracaso que hizo que millones pensaran que su mejor anuncio hubiera sido el de hacer efectiva su renuncia como presidente. Estamos persuadidos de que la gente estaría en las calles celebrando por una noticia de ese tipo. ¡Gozaríamos de una festividad impresionante…!
Ojalá que en su delirio lograra aterrizar algún día en el corazón de las familias de los 25.000 asesinados en 2014. Víctimas de una nula política oficial anticrimen. Que descendiera del lujoso avión y que con su familia hiciera una cola kilométrica para comprar alimentos. Sintiendo en carne propia las humillaciones, agresiones y empujones que padecen los venezolanos mientras él y los suyos se dan vida de príncipe. O que visitara las fábricas quebradas, los campos arrasados por su gestión mediocre. Incluso que escuchara a los presos políticos, esos que sí representan nuestros excelsos valores democráticos. Siga volando mientras se muere la patria por culpa de su régimen tiránico…
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