Thays Peñalver / El Nacional
Detrás del argumento de “somos un país petrolero” se esconden varias conmovedoras y patéticas realidades. La primera es que el tema de la gasolina barata comenzó también con un “compromiso revolucionario”. El ofrecido por Betancourt de “bajar los precios de los derivados” en 1943, y que se llevó a cabo cuando la Revolución de 1945 llegó al poder aquel y que se cumplió “un mes y días de haber arribado”, motivados por que “el equipo gobernante” estaba convencido de “que el desarrollo industrial de la nación y las posibilidades de bienestar material de todos sus habitantes estaban muy ligados a una política de combustibles baratos”. Por esa razón se bajaron por decreto los precios de la gasolina “convirtiéndola en la mas barata del mundo”. (Betancourt 1956).
Pero en materia de gasolina, la idea nunca fue regalarla porque los precios se colocaron cercanos a la mitad del precio internacional hasta el punto de que “en marzo de 1949 el precio del galón de gasolina en Caracas era de 11,30 centavos”, mientras “que en la ciudad de Nueva York era de 25,10” (pág. 294). La “revolución” consideraba que debía valer la mitad aproximadamente del precio internacional y así la histérica competencia del izquierdismo infantil se zanjó en ver quien regalaba mas, hasta el punto que en 1974 se había reducido a menos de 25% del valor internacional, cuando ufanos gritaban en patéticos discursos: “La gasolina de alto octanaje que en nuestro país cuesta 0,30 el litro, en Francia vale 1,40 bolívares” (Carlos Andrés Pérez, discurso, 1974).
De esta manera y de un plumazo se bajó el precio a menos de un tercio creándose una distorsión tan brutal que para 1970 cerca de 30% de la gasolina se contrabandeaba a Colombia y los buques de contrabando se llevaban buena parte del diesel a un tercio del precio, surgiendo así nuestra primera gran crisis internacional que llevó a la creación del primer “Consejo Binacional contra el contrabando de Gasolina y derivados” en 1978, junto con la primera gran crisis de consumo en los estados fronterizos, regulaciones y ataques al contrabando masivo, que datan de 1979 (MRI 1980).
Lo que nos lleva a una segunda realidad mas penosa aun, que luego de 70 años exactos de subsidios en “bienestar material”, no hay un verdadero “desarrollo industrial” porque las políticas de “subsidios” desde que Gómez decidió aquel famoso para los agricultores del café y del cacao en 1934 , pasando por el cero bolívares al transporte de 1953, hasta la “gasolina popular” de 1993 (87 octanos), sin contar los horrendos subsidios masivos desde los alimentos hasta la vivienda y a cuanta locura se le ocurriera a la sarta de inútiles (con sus excepciones) que han gobernado a nuestro país, lo que han hecho es pasmar el desarrollo mental del venezolano. Un venezolano que cree a estas alturas que la Constitución es un recetario de gratuidades y que el Estado “no somos todos” sino el petróleo y sus administradores. Un venezolano que cree que el estado (ya con minúsculas) no promueve la “igualdad de oportunidades” sino las cosas gratis.
Y esto lleva simplemente a una verdad como un templo. La gasolina no se puede aumentar lo que debería porque somos un pueblo pobre y mermado que vive de la beneficencia publica. El venezolano es el único ser del continente, por no decir del planeta, que no puede pagar la gasolina al precio mundial. Es tan simple como escalofriante, un peruano puede pagar su gasolina y su pasaje de autobús al precio internacional, lo puede hacer un colombiano o un chileno. Lo puede hacer un dominicano o un salvadoreño, pero no un venezolano.
¿Por qué? Simple. El pensamiento de someter al venezolano a la beneficencia pública durante décadas nos pasmó y nos llevó al subdesarrollo más radical, el mental. Pero quizás la más dura realidad, la más dramática, es que no nos da vergüenza. Porque la realidad de nuestro “contrato social” establecido en la constitución solo promueve 4 cosas gratuitamente: la Justicia (y defensoría), el registro civil, el sistema público de Salud y el sistema publico de enseñanza hasta el pregrado. Pero incluso esas gratuidades están sujetas a contribución porque todo venezolano esta obligado a “coadyuvar a los gastos públicos” y en el caso preciso de esas “gratuidades” y “según sus capacidades” no se excluye que los padres colaboren en los gastos sanitarios o educativos de su familia como parte de las obligaciones de cumplir “sus responsabilidades sociales”. (Constitución, artículos varios)
El presidente Maduro acaba de escurrir el bulto en la Asamblea Nacional para el aumento de la gasolina. En parte porque no puede asumir la carga política de tal decisión, con una popularidad de 20%, ya que esa gasolina solo necesitaría de un fósforo. Pero tampoco lo puede hacer porque el fue uno de los mas agresivos con ese tema cuando Carlos Andrés pedía un mediecito con los mismos argumentos que el expuso en la Asamblea. Lo poético será que los que incendiaron la pradera en 1989, sean hoy los encargados de subir la gasolina, no un mediecito, no 25% progresivamente como lo intento CAP, sino brutalmente y de un plumazo.
En fin que con esa decisión culmina un ciclo político en el que la izquierda retrograda de Venezuela cometió las mayores torpezas históricas y será esta la que hoy se vea obligada a acabar la falacia estúpida de 1943, de que lo gratuito y no el trabajo, trae el progreso. Lastima que no pueda mejorarse de también de un plumazo, la pobreza mental generada por esa izquierdismo infantil y atrasado.
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