Son como ollas de presión mal cerradas, cuando estallan dejan vuelto añicos todo a su alrededor
CAROLINA JAIMES BRANGER | EL UNIVERSAL
En 1909, el matemático danés Agner Krarup Erlang publicó el primer trabajo sobre Teoría de Colas para la Copenhagen Telephone Exchange. El estudio era para mejorar el sistema de llamadas y evitar los congestionamientos de las líneas. En ingeniería, en particular en la investigación de operaciones, la Teoría de Colas se usa para optimizar su funcionamiento. En otras palabras, para que la gente espere en cola el menor tiempo posible.
Pero las colas en Venezuela son imprevisibles e inmedibles. Primero, porque nosotros jamás hicimos cola para nada. Si acaso para ver "Tiburón" en 1975 y fue algo tan rocambolesco y tan ajeno a nosotros, que casi todos los días salía en el periódico una foto o una reseña de la gente haciendo fila...
Segundo, porque nuestra idiosincrasia -por más que deteste reconocerlo- es de no hacer cola. Hasta un comercial de una famosa bebida hizo una apología de la "viveza criolla" representando a un tipo que se coleaba. Aquí la gente se colea de muchas maneras: o se hacen los tontos, caminan con la boca abierta viendo para arriba y al llegar al principio de la línea ¡zas!, se meten como si nada. O llegan diciendo "solo voy a hacer una pregunta" y terminan comprando primero que todos los demás. O buscan a un amigo que les dé cola "es que nosotros vinimos juntos, pero yo fui a parar el carro". Y los más descarados se meten a lo macho y ya.
Por esto la Teoría de Colas muere en una cola venezolana. El jueves pasado pasé por la puerta de un supermercado y había una larguísima. Le pregunté por curiosidad a una señora que qué estaban vendiendo y me dijo que no sabía y que "nadie había sido capaz de decirle qué iban a traer". ¡Pero ella estaba haciendo cola para comprar algo que no sabía qué era! Me pareció tan exagerado que me puse a preguntar y en efecto, ninguno de mis encuestados -que fue casi la cola completa- sabía para qué estaba haciendo cola. Solo en Venezuela.
Hace un año la gente cordializaba en las colas, y en diciembre de 2013 hasta bailaba gaitas si en el local comercial había música. Hoy no. Hoy hay agresividad y rabia, impaciencia y desazón. Nadie puede pasar diez o más horas de colas a la semana. Menos un pueblo acostumbrado a lo contrario. Las colas son como ollas de presión mal cerradas, que cuando estallan dejan vuelto añicos todo a su alrededor.
@cjaimesb
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