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miércoles, 30 de octubre de 2019

José Guerra dedicó su artículo semanal a Juan Pablo Guanipa


José A. Guerra / @joseaguerra

El 5 de enero de 2016 tomamos un autobús que nos dejó cerca del Edificio Pajaritos, sede de las oficinas administrativas de la Asamblea Nacional. Nos juramentaríamos ese día como diputados electos por el pueblo venezolano en las elecciones del 6 diciembre de 2015 y la Guardia Nacional, al mando del General Sergio Rivero, en actitud provocadora nos cerraba el paso. En ese momento, Juan Pablo Guanipa y un par de diputados, se salieron de la fila y personalmente encararon a los efectivos militares y lograron romper el cerco y pasar hacia el Palacio Federal Legislativo y tras él entramos todos los demás diputados de la fracción de Primero Justicia. Esa fue la primera vez que interactúe con Juan Pablo Guanipa. A partir de allí, nos ha unido una estrecha relación más allá de lo partidista.

Juan Pablo, en sus primero años en la política, fue dirigente estudiantil en la Universidad del Zulia donde se graduó de abogado y luego se fue a culminar su doctorado en España para posteriormente ser profesor universitario e incorporase a la actividad política de lleno, que es la gran vocación de su vida. Es el típico político de profesión, que deja de lado buena parte de su vida personal para dedicarse a servir a los demás. En una de nuestras conversaciones me dijo una vez, que según Pio XI, después de la religión la mejor forma de servir a la sociedad es la política. En cierta ocasión ante un desafío mío sobre la doctrina marxista de la justicia social como elemento de redención, me citó de memoria las principales encíclicas papales sobre el tema, tales como la Cuadragésimo Año y Populorum Progressio, entre otras. Me argumentó que la tesis marxista de la igualdad carece de sentido porque los hombres en sí somos desiguales y ninguna política social puede forzar la igualdad sin suprimir la libertad y al final los hombres terminan más desiguales y menos libres. Una de las últimas veces que nos vimos compartí con él la biografía de Adolfo Suárez, el hombre que viniendo del franquismo dirigió la transición de España a la democracia.

Juan Pablo fue candidato cuatro veces y en las cuatro lo derrotaron en primarias de la oposición. Pero en lugar de resignarse se dedicó a recorrer los barrios y pueblos del Zulia y logró salir diputado. Posteriormente, con el respaldo de su partido, siguió incansable su trajinar en los sectores más humildes de Maracaibo y otros municipios hasta que llegaron las elecciones de gobernación de 2018. Con ese capital político acumulado, pudo resistir el ventajismo y la corrupción generalizada del candidato del régimen, Francisco Arias Cárdenas a quien derrotó, a pesar de todas las artimañas. Llegó el momento de su juramentación y lo quisieron llevar ante la Constituyente y dijo que no, que él se juramentaba ante el pueblo y no lo hizo y fue despojado arbitrariamente de la gobernación pero su ejemplo quedó sembrado en el corazón del pueblo zuliano y venezolano. Hay que tener convicciones muy firmes y guáramo para hacer lo que él hizo.

Hoy Juan Pablo es un perseguido del régimen pero su estatura política se creció en este momento crítico que vive Venezuela.


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