En cambio, hay que acabar con los privilegios estatales que impiden la nivelación espontánea en el mercado ya que -por oferta y demanda- quienes se enriquecen son inmediatamente copiados
ALEJANDRO A. TAGLIAVINI | EL UNIVERSAL
El eslogan de Michael Bloomberg no podía ser más crudo: “Mike lo hará”, esto es, sacar a Donald Trump de la Casa Blanca… porque tiene US$ 64.200 millones para hacerlo, su fortuna. Entretanto, la existencia de los millonarios está siendo debatida en las primarias demócratas en las que se presentan dos candidatos, Bloomberg y Tom Steyer, tercero y séptimo en los sondeos, que pertenecen al club de los 607 estadounidenses con fortunas de más de mil millones.
Y otros dos, Bernie Sanders y Elizabeth Warren, primero y cuarta, proponen una supuesta reducción de las desigualdades económicas con planes fiscales para redistribuir la riqueza. “Yo soy la que pone en su sitio a los millonarios”, dice Warren. Pero conseguirían lo contrario, porque los ricos derivan los impuestos hacia abajo, por ejemplo, subiendo precios o bajando salarios con lo que las cargas fiscales terminarían sobre los pobres.
En cambio, hay que acabar con los privilegios estatales que impiden la nivelación espontánea en el mercado ya que -por oferta y demanda- quienes se enriquecen son inmediatamente copiados y así se igualan las fortunas si el Gobierno no lo impide, por ejemplo, con las leyes de “propiedad intelectual” que son las mayores creadoras de monopolios perjudicando severamente al mercado natural.
En noviembre los votantes podrán elegir entre “deshacerse” de los millonarios (votando Sanders, Warren), o poner uno de presidente (Trump, Bloomberg, Steyer) o dejarlos como están (Biden, Buttigieg, Klobuchar). Para el 95% de los demócratas las desigualdades económicas son un gran problema, según Pew Research, más aún que el “cambio climático” o China.
Ahora, la forma en que las personas eligen intriga a científicos políticos, especialistas en marketing y publicitarios. En cuanto a campañas políticas, los mejores especialistas coinciden en que existe una relación directa entre la cantidad de votos y la propaganda de modo que gana quien tiene más publicidad.
Para Robert Abelson, de Yale, entre otros, el principal factor que decide el voto es el sentimiento. Lo que resulta coherente con el punto anterior ya que la publicidad masiva -sobre todo en TV que no da tiempo a pensar- influye casi exclusivamente sobre los sentimientos.
A pesar del avance de internet, aun parece cierta la afirmación de Michael Deaver de que la TV “elije a los presidentes”, en tanto que Van Gordon Sauter, entonces jefe de noticias de la CBS, sostenía la “hipótesis de fijar la agenda” que afirma que los espectadores imitan a la TV, es decir que, si durante un tiempo la mayor parte de los reportajes son dedicados a un tema en particular, si luego fuera del contexto de la TV se le pregunta a la gente cual es el principal problema, contestará que es ese tema: sucede que los espectadores atribuyen importancia a lo que ven en proporción al tiempo que lo ven.
Véase sino el tema del “coronavirus”, una durísima enfermedad pero que hasta ahora no ha matado ni a la millonésima parte de la humanidad y, sin embargo, propaganda mediante, los políticos han logrado en su favor -ya que con esto consiguen poder y dinero- crear pánico al punto de justificar el convertir a algunas ciudades en verdaderas cárceles.
En fin, este es el porqué de que el presidente, que va por la reelección, tiene muchas más posibilidades de ganar: porque el Estado es enormemente más rico que Bloomberg y tiene una capacidad de propaganda monstruosa.
@alextagliavini
www.alejandrotagliavini.com
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