DANIEL ASUAJE | EL UNIVERSAL
Hace algunas semanas Luis V. León hizo un interesante comentario sobre la posibilidad de un triunfo electoral del PSUV en las elecciones parlamentarias. Es un hecho posible, pero poco probable a la luz de los sondeos disponibles. En estas líneas abordaremos el más factible triunfo opositor y algunas de sus implicaciones.
Los sondeos revelan una fuerte distancia electoral entre el PSUV y la MUD, pero la posibilidad de los resultados de servir como anuladores de cualquier "trampa montada" reside en la contundencia del triunfo opositor. Esta contundencia tiene un efecto pos electoral muy importante. Sin una mayoría calificada, las posibilidades de lograr cambios significativos a nivel institucional, en el ordenamiento jurídico y en el control del Ejecutivo, estarán bastante disminuidas. Las posibilidades de salir del caos actual serán menores.
El próximo año abrirá un período muy difícil económica, política y socialmente. El deterioro de la economía será mayor y sobre esto remitimos a las calificadas opiniones de León, Oliveros y Guerra, para mencionar algunas de ellas. En lo político un triunfo de la oposición anularía el control de la Asamblea por parte del gobierno y abre las puertas de confrontaciones intensas entre los poderes Ejecutivo y Judicial, por un lado vs el Legislativo por el otro. Más aún, dentro de la Asamblea asistiremos a niveles de confrontaciones, saboteos y disturbios parlamentarios no vistos hasta el momento. Esta precariedad desengañará a una buena parte de los votantes hoy muy ilusionados con cambios inmediatos radicales a su favor de la situación actual. Esto podría acentuar las tendencias de crecimiento de esa franja de electores denominada ni-ni, alimentar una mayor conflictividad, no sólo social, ya hoy bastante elevada según datos del Observatorio Venezolano de Violencia, sino también de hostilidad y choques antigobierno.
La MUD es un pacto multipartidista, con niveles de consenso a veces muy difíciles de lograr. La existencia de un gobierno política y electoralmente fuerte ha sido un importante "cemento" de esta repetidamente frágil unión. Pero una vez debilitado el enemigo común, se abrirán apetitos organizacionales que pugnarán por mayores cuotas de poder y la unidad de criterios y acción será más compleja. Dentro de este panorama grupos parlamentarios opositores pugnarán abiertamente entre sí y veremos en la Asamblea que algunos voten a veces con el gobierno. Esta situación normal del quehacer institucional será de muy difícil comprensión por parte del electorado opositor y volverá a dar razones a todos aquellos que rechazaron a los políticos por percibirlos movidos por mezquinos intereses particulares, propiciando aún más el crecimiento de los ni-ni.
Los ni-ni son hoy cerca de un tercio del electorado. Es un grupo bastante heterogéneo en el cual encontramos independientes, antipolíticos y apolíticos en un solo conglomerado. Se les suele tipificar como aquellos que no se adhieren ni al bloque opositor ni al del gobierno. Al mirar más en detalle a las encuestas encontramos que más de la mitad del electorado no tiene preferencias partidistas y al comparar las simpatías hacia líderes vs partidos, la tendencia histórica de las últimas décadas ha sido la preeminencia de las simpatías hacia los líderes por sobre las identificaciones partidistas. De hecho, los líderes llevan más electores a las organizaciones partidistas que éstas a los líderes, pero en la actualidad no hay quien cautive al electorado como lo hicieran CAP o Chávez, por ejemplo. Ninguno tiene una mayoría electoral contundente por sobre sus rivales y sus partidos tiene pocos simpatizantes. Este dato es de una importancia capital pues sin un liderazgo mayoritario ya es difícil dirigir un país en tiempos de calma, qué decir de su necesidad en tiempos de crisis.
Del lado gubernamental las cosas no estarán más fáciles. Una derrota electoral debilitará aún más el liderazgo actual y propiciará enfrentamientos internos más acentuados. En la medida que la oposición se muestre unida, facciones oficialistas tenderán a deponer sus diferencias y mientras más se deteriore la gobernabilidad, las tendencias disruptivas allí se acentuarán. El resultado final es difícil de anticipar.
El enrarecimiento de la situación económica, social y política hace que una salida militar no sea descartable, pero no es fácil ni deseable. La disciplina militar se ha deteriorado fuertemente, hay tensiones dentro y, según parece, situaciones de insubordinación son frecuentes. Afortunadamente no se percibe un liderazgo fuerte e indiscutido en las FANB que capitalice esta situación.
Las posibilidades de mantener la unidad opositora, conjurar salidas no institucionales y asegurar el avance hacia una Venezuela políticamente viable pasan por el fortalecimiento del liderazgo y partidos de oposición. Interpretar los deseos, angustias y esperanzas de los venezolanos es el reto emocional para lograrlo.
dh.asuaje@gmail.com
@signosysenales
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