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miércoles, 27 de enero de 2016

Tic, tac, tic, tac, ya se acerca la hora. Por Daniel Asuaje


DANIEL ASUAJE | EL UNIVERSAL

Existen signos preocupantes que apuntan hacia situaciones venideras muy problemáticas. Estos signos no son nuevos, ni la ceguera ante ellos tampoco. Son francamente visibles desde el 2012, pero más aún desde el 2014. Todos parecen verlos, menos el gobierno que, en todo caso, no los mira como lo hacen los de la orilla de enfrente. El primero de estos signos es el de las perturbaciones sociales, cuyo clímax podría ser un estallido social. Los últimos cuatro años han sido de niveles de conflictividad muy alta. Durante los años 2012 y 2013 estos conflictos fueron principalmente de carácter laboral por reclamos salariales y sociales como protestas por el déficit de los servicios públicos. El año 2014 fue el de mayor conflictividad, a las protestas laborales, sociales y vecinales se le sumó una fuerte protesta política.

Durante el año 2015 el perfil de las protestas fue similar al 2012 y 2013, pero las elecciones parlamentarias sirvieron para despresurizar el descontento el cual terminó expresándose mediante el crecimiento del voto opositor, el retiro masivo del apoyo político al gobierno por parte de sus bases mediante la abstención y el voto nulo. Durante ese año, las encuestas reflejaban que la mayoría rechazaba las manifestaciones violentas como mecanismo de protesta, veían en el sufragio la vía para expresar su disgusto y penalizar al gobierno. Además de poder expresarse mediante el voto contaba también que la crisis no había llegado a los actuales niveles por lo que la temperatura social no fue tan alta como la que ya comienza a observase hoy día con protestas más intensas. Para colmo a la crisis se añadirán cortes muy fuertes en el suministro de electricidad y de agua a consecuencia de la sequía. Un irritante adicional que subirá aún más la temperatura social.

Los segundos escenarios problemáticos son los económicos. Su deterioro es evidente desde 2014, cuando a pesar de buenos precios petroleros el PIB inició una caída que no para, unido a saldos negativos en la balanza de pagos, contracción de los ingresos en divisas, lo que significa mayor inflación, aumento de la pobreza, contracción de la oferta de bienes y servicios y elevación del riesgo país. Nada indica que la tendencia mejore.

La tercera dimensión problema es la situación política. Aunque hay expectativas positivas muy altas con la nueva AN, el hecho cierto es que escapa a ella la solución real y efectiva de los problemas actuales por lo que un mayor deterioro económico incrementará los niveles de frustración dentro de la población. La importancia de este dato radica en que la frustración es una emoción que conduce a la rabia. Si la rabia no tiene cauces de salida se vuelve hacia los objetivos más a la mano de quienes la sienten. En sicología esto se llama desplazamiento. Con toda seguridad saqueos y destrucciones serán más frecuentes y hasta un estallido social generalizado puede suscitarse. Esta interacción entre lo económico, lo social y lo político muestra la instalación de un auténtico círculo vicioso incremental. Lamentablemente no es factible que sea lo económico el eslabón que rompa el circulo pues no es previsible una pronta recuperación de los precios del crudo, ni un incremento de las exportaciones no tradicionales, ni un aumento de la producción petrolera, ni una elevación de la oferta interna de bienes y servicios, ni tampoco llegada de abundante dinero fresco. Tampoco es previsible que la gente se apacigüe sin recibir lo que espera. Por tanto en esta crisis la solución ha de venir de la dimensión política. Pero mientras la Asamblea y el Ejecutivo se confronten no habrá solución a la crisis. Y las posibilidades de dialogar pasan porque compartan visiones de la crisis y sus soluciones.

Para el Ejecutivo la crisis consiste en sus limitaciones de flujo de caja para cubrir los gastos gubernamentales. Señala como sus causas una confabulación de entes nacionales e internacionales para desestabilizar la economía y hundir los precios petroleros en perjuicio de Venezuela. Su ministro de Economía ha dicho que la inflación no existe y que la monetización de la deuda pública no genera presión sobre los precios. La solución planteada en el decreto de Emergencia Económica es un permiso del legislativo para gastar más, sin controles ni rendición de cuentas. Es continuar las políticas que nos han conducido al problema.

Para la oposición la crisis se resume en un crónico desabastecimiento e inflación, no solventables vía importaciones o producción interna, por la escasez de divisas y la contracción del aparato económico nacional a consecuencia de las políticas económicas, fiscales y monetarias del gobierno, quien luce atrapado en defender un legado que lo está llevando al foso político e incapaz de ver por la ceguera ideológica las causas y soluciones que los demás ven. Para que haya solución es necesario el mutuo entendimiento, de lo contrario la dinámica situacional tenderá a imponer sus propias salidas. Tic, tac, el tiempo corre.

dh.asuaje@gmail.com
@signosysenales


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