Fausto Masó
En cada proceso electoral la oposición queda paralizada en el momento decisivo, cuando el chavismo repite el acto de magia y vuelve la inminente derrota en victoria. Ocurrió con las misiones, el plan Barrio Adentro, el plan de viviendas, y ahora, en diciembre, con el Dakazo, sin que la oposición articulase una respuesta rápida, eficaz y oportuna. En noviembre, con la imagen de Maduro en caída libre, desaparecido Chávez, sin dólares en caja, pasaron de repartir el dinero del presupuesto a expropiar a los comerciantes, e identificar a la oposición con los usureros. Por suerte, hoy la oposición evita el consuelo tonto de atribuir su derrota a una maniobra electrónica, o a un cisne negro. Ahora Capriles admitió que el gobierno había sacado más votos, y dio un paso decisivo para enfrentar las causas reales por las que una elección perdida en unos días el gobierno la transformó en victoria. A la tercera no fue la vencida... La historia de estos 15 años volvió a repetirse: Chávez comenzó alguna campaña electoral con 31 puntos de aprobación.
Estas elecciones fueron antidemocráticas por el ventajismo abrumador, la parcialización del CNE, pero por el PSUV no votaron dos veces 1 millón de chinos, o venezolanos.
Maduro solo necesita para que su felicidad sea completa que la MUD se divida. A la MUD todos la critican, pero cada decisión suya responde a lo que quieren los partidos y los líderes. No hay salvación fuera de la MUD.
La luna de miel de Maduro está terminando, los precios vuelven a subir, los anaqueles están vacíos, los empleados de comercio pierden sus trabajos.
Maduro no se atreve a dejar a Chávez en los altares, proclamarse su hijo pero abandonar su política económica. El excelso presidente, el comandante eterno, dejó una serie de leyes que acaban con la obligación de trabajar, a los obreros, aunque no se presenten en la empresa todos los lunes, no hay forma de despedirlos. El desarme de los malandros fracasará: a ningún asesino lo convencerán de entregar su instrumento de trabajo a cambio de que juegue dominó. Ahora el famoso diálogo es una operación para sacarle las patas del barro al gobierno, compartir responsabilidades que le corresponden a Miraflores, ayudar al gobierno en la tarea de meter en cintura a millares de motorizados, solucionar un problema que fue creado por Chávez.
La oposición no sabe cómo responderle al gobierno. Por suerte no se suicidó defendiendo a los comerciantes en nombre de los principios, hasta Fedecámaras evitó esa trampa, pero no articuló una respuesta, no colocó al gobierno a la defensiva; quizá los escrúpulos la inmovilizan, o no se atreve a forjar un mensaje realmente popular.
Los que critican a Capriles por no lanzar a la gente a una masacre el pasado abril le hubieran dado la espalda como a Pedro Carmona cuando le cargaron toda la culpa por los sucesos de aquel nefasto abril. Para imitar a los que están en la calle en Kiev, a los argentinos que derrocaron a de la Rúa, hay que poner los muertos. ¿Quién se ofrece?
¿Qué hacer? Hay un liderazgo en crisis, algunos esperan que caiga la fruta madura, que los militares, como siempre en la historia de Venezuela, hagan el trabajo sucio. Triste remedio.
Para enfrentar a los que inventan maniobras como el Dakazo se requiere jugar pelota al duro, porque mañana no expropiarán a los comerciantes, sino asaltarán las viviendas vacías.
@faustomaso
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