ALEXANDER CAMBERO | EL UNIVERSAL
Ya extrañábamos una apocalíptica historia de conspiración internacional. En medio de nuestras desdichas, el régimen siempre nos entretiene con sus cuentos insurreccionales. Viaja en alas del tiempo para evocar la lucha de poderes en la época de la Guerra Fría, en donde dos superpotencias luchaban por imponer su modelo ideológico. Período de habilidosos espías que se escurrían en los centros de poder para encontrar los secretos del adversario y de esa forma tener el antídoto para contrarrestar sus influencias. Al escuchar al ministro Miguel Rodríguez Torres, explayarse en un nuevo capítulo de la lucha fratricida universal; nos imaginamos a los cerebros de Washington en una inmensa Sala Situacional observándonos con su tecnología de última generación. Ingeniosos especialistas cibernéticos revisando cada instante de nuestras vidas, con el poder de algún satélite indetectable para equipos del tercer mundo. Gigantescas pantallas Oled con la precisión de poder capturar la imagen hasta de un zancudo que ronde en la sombría noche miraflorina. Tentáculos instalados en cada rincón del país, mientras preparan el gran caos que originaría una insurrección popular que dé al traste con el sueño perenne del proceso revolucionario. Desde algún sótano ultra secreto nos vigilan con el interés de poner de rodilla a la patria del comandante Hugo Chávez, líder al cual asesinaron sembrándole un cáncer en su cuerpo de guerrero intergaláctico. Un dispositivo del imperio genocida pudo penetrar las fibras de aquel hombre que era la patria misma. Quizás fueron alienígenas que vinieron con la misión de aplastar al feudo de la revolución universal. Destruir los huevos de donde nacen los prohombres que darán vida a nuevas experiencias revolucionarias, que cultivaran la tierra con la semilla eterna de la emancipación de los pueblos desmirriados de la tierra. Como vemos es una historia genial para millones de mentecatos, siempre con su mochilas llenas de buenas razones para ser embaucados.
El gobierno utiliza el viejo recurso de la conspiración para proporcionarle credibilidad a su hipótesis. Su esquema necesita culpables internos, así echan mano de las opciones opositoras para con su propaganda culpar a adversarios incómodos de ser agentes del imperio. Entre alaridos de inflamados discursos plegados de superchería revolucionaria los catalogan de apátridas. Suerte de individuos nómadas sin patria ni bandera, gitanos a los cuales se les niega hasta el derecho de existir. Toda una maquinaria comunicacional se pone en marcha para construir toda una obra de ficción que termine fortaleciendo a las raíces del gobierno. Una gran cadena nacional devela todo el complot. Un grupo de atónitos corifeos son asiduos asistentes de la comparsa que se teje con hilos invisibles. Después el show donde no se dan detalles, sin investigaciones profundas. Solo malabarismos para distraer y ganar tiempo para proseguir su marcha indetenible hacia el despeñadero. Los patriotas han podido descubrir la intriga y con gran sagacidad han podido vencer al gran al portentoso adversario, la revolución duerme a salvo. En ese momento la jauría imbécil aplaudirá ante la grandeza de sus protagonistas.
Los latinoamericanos adoramos esas historias. Un poderoso enemigo se mueve en las sombras para tratar de someternos por la fuerza, con gran vigor lo repelemos bajo las banderas de la lucha antiimperialista y revolucionaria. Con esos parámetros emocionales, los gobiernos le endosan al adversario sus propios errores. Cuando se le complican las cosas vuelven a utilizar la misma fórmula que da resultados instantáneos. En un hemisferio que cree en espíritus insomnes que gobiernan desde el más allá, no es difícil seducirlos con la invasión alienígena imperialista...
alexandercambero@hotmail.com
@alecambero
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