ELIDES J. ROJAS L. | EL UNIVERSAL
Hasta hace muy poco tiempo, una conversación con un taxista, podía terminar en una agria discusión si el pasajero era antichavista. No importa en qué zona de Caracas tomara el servicio ni a dónde se dirigiera. Mayoritariamente los conductores eran simpatizantes del chavismo, adoradores de Chávez y progobierno hasta los huesos.
Al subirse al taxi y arreglar los términos de la carrera que casi siempre se limitan al destino, antes de subir, y al costo ya debidamente sentado; invariablemente se origina un silencio preparatorio a lo que pudiera ser un diálogo sin muchos trámites, salvo que el pasajero lleve un periódico, un libro, una libreta de apuntes o un celular. Para muchos estas conversaciones son una especie de paseo con Platón o Sócrates, lleno de principios de vida y enseñanzas en general. Para otros tantos, el silencio prudente, aunque pareciera antipático, es garantía de que no se entrabará una lucha verbal entre los grandes beneficios del chavismo y la necesidad de abandonar lo más rápido posible la vida bajo los candados socialistas. Terminado el silencio, el pasajero podía comenzar tímidamente con un "qué calor" o un "mucha llovedera este día", para que la respuesta montara las bases de las siguientes frases. El conductor podía decir "Sí. Este calor no se aguanta" o meterle de lleno al asunto "menos mal que el gobierno está bien preparado para cualquier continencia por lluvias". Ya está. Esa es la clave. El hombre es chavista. De aquí en adelante al pasajero solo le queda buscar pleitos y jurungar lengua a sabiendas de que un chavista que se respete jamás rendirá sus papilas ante una lengua escuálida. Jamás.
El conductor se disparará un monólogo que ni siquiera los semáforos podrán frenar. "Es que no volverán. Para qué, para que sigan robando como antes. Esto cambió. Y cambió para bien de nosotros los pobres. La oposición se quedó en el reclamo y el sabotaje; pero no se dan cuenta de que el pueblo está con el chavismo porque por fin alguien se ocupa de los más necesitados. Las calles rotas, por ejemplo, no importan. Lo que importa es la comida. Que si hay dólares o no hay dólares para viajar no tiene ninguna importancia. Lo importante de verdad es la salud. Que la inflación está acabando con el ingreso de la gente. Falso. El gobierno aumenta a cada rato los salarios justamente previendo un injusto empobrecimiento y hace todo lo necesario para estabilizar al país y derrotar la guerra económica y el eterno sabotaje tanto del imperio como de los empresarios vende patria. Hagan lo que hagan no volverán. El chavismo llegó para quedarse mil años...".
A estas alturas el pasajero de oposición está mareado y no sabe si quedarse en la esquina o terminar de llegar. Lo que sí sabe es que no entrará en batalla. Ni siquiera pondrá cara de atención. Es mucho tiempo con la misma cantaleta. Aunque hay que decirlo también. En los últimos meses la cosa es al revés. Quien inicia el ataque contra el gobierno es el taxista. Apenas cae en el primer hueco comienza la metralla. De ahí en adelante parece que estuviera hablando un representante republicano de Florida o un radical de la oposición.
Otros tiempos. Sin duda.
erojas@eluniversal.com / Twitter: @ejrl
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