“Si tomamos un buen diccionario etimológico; y buscamos una palabra, estoy seguro de que en algún sitio encontraremos una metáfora escondida”. Jorge Luis Borges
Laureano Márquez Blog / Editorial Tal Cual
Las etimologías son siempre elocuentes, vienen a ser como una radiografía de las palabras que nos permite ver lo que hay detrás de ellas, o –como diría Borges– encontrar “una metáfora escondida”. Médico viene del latín “medicus”. En latín, la palabra deriva de “medor” que es “cuidar”. De esta misma raíz viene “meditar”, que tiene el prefijo “med” de origen indoeuropeo, presente también en “medir”.
Curioso que meditar sea, en cierta forma, medir, buscar mesura (moderación comedimiento) mediante la introspección. “Nada en demasía” y “conócete a ti mismo”, eran las dos inscripciones que el visitante de la antigua Grecia podía leer al entrar al concurrido Oráculo de Delfos. Quien conoce los propios límites es capaz de evitar los extremos.
Pero volviendo a los médicos, si meditar es volcarse sobre uno mismo, medicar es volcarse sobre los otros para cuidarles. Noble labor en un mundo en el que de muchas maneras los humanos hemos optado por exterminarnos.
Hoy, pues, en medio de esta crisis inédita que vive el planeta, menester es reconocer a los médicos y con ellos a enfermeras, enfermeros y todos aquellos profesionales que están comprometidos con la salud. Cuando nuestras vidas o la de nuestros seres queridos están en riesgo las colocamos en sus manos, confiando en su criterio, en su competencia y su bondad.
Los venezolanos tenemos suerte con nuestros médicos, nuestra relación con ellos va más allá del frío cálculo profesional que impera en otros países –sin menospreciar su competencia y profesionalidad de aquellos–, nuestros médicos tienen un componente de bonhomía que nos hacen muchos más llevaderos esos momentos en los cuales uno se siente más vulnerable, que es cuando peligra la salud y la humanidad del otro es invalorable.
He tenido la oportunidad, con esta viajadera en la que vive uno, de visitar médicos en otros países y nada como los médicos de mi tierra. Los médicos de fuera se manejan con números, análisis y datos archivados en el computador. Mirando la pantalla sacan conclusiones sobre tu estado.
En Caracas, cuando acudo a la consulta del Dr. Valero –por ejemplo– lo primero que hace es que me manda a desvestir, a ponerme una bata y aunque el dolor es en la garganta, él comienza el examen por la planta de los pies. Yo no sé qué tiene que ver la planta de los pies con la garganta, pero seguro que Valero sí lo sabe, porque siempre me cura.
A los médicos, enfermeras y enfermeros y a todos los profesionales de la salud, en esta difícil hora, nuestro reconocimiento y abrazo. Gracias por cuidarnos.
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