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domingo, 20 de octubre de 2013

"Herederos de furia". Por Carla Angola


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A veces dudo que estén realmente conscientes de que sus retoños los observan también

CARLA ANGOLA RODRÍGUEZ | EL UNIVERSAL

Los testigos de este desvarío llamado revolución, odian o temen. Desperdiciamos el tesoro de la vida, como dijo Stendhal. El pueblo, se sumerge en desasosiego. El gobierno desmantela una nación que debería marcar pauta, desde el Norte del Sur. Llegan al servicio público a servirse ellos y extinguen cualquier rastro de prosperidad, fuera de Palacio. Ahora ponen, incluso a sus esposas desde el Legislativo, a vomitar mensajes de repulsa. Hablan de enemigos parasitarios. Son amantes de la bazofia del diccionario y hacen suyo lo más deleznable del idioma, para descalificar. Lo peor es que, ese es el modelo que presencian sus propios hijos. A veces dudo que estén realmente conscientes de que sus retoños los observan también. Si ese segundo de cordura llegara, no harían tanto daño.

En ocasiones dejas de decir y hacer por no lastimar a tus padres, sobre todo, cuando sólo recuerdas de ellos, honestidad y sacrificio. Uno nunca se siente digno de tal dote y pasas toda tu vida tratando siquiera de parecerte a tan irrepetible molde. Nunca se debe perder la esperanza de que las nuevas generaciones venezolanas, reivindiquen con un camino probo, las profundas heridas y calamidad de este tiempo. Cuando una maestra y un realizador de televisión te dejan de herencia un arsenal de valores muy difíciles de emular, no sabes por dónde comenzar. Pero, un verdadero conflicto se le presentó, por ejemplo, al hijo de un hombre como Pablo Escobar. Su legado era, un imperio de muerte y dolor. Y, ¿Qué hizo él? Estrechó la mano de los hijos de los rivales de su padre y pidió perdón a las víctimas del narcotráfico. A las víctimas de su papá. Me recuerdo adolescente, pensando sólo en mí. Por eso cuando veo a los veinteañeros de ahora, tan conscientes de su entorno y con un libre albedrío a prueba de toda sumisión, anhelo que la virtud se imponga en ellos, a pesar de haber crecido sin ver nada más que este infortunio en Venezuela. Es tan reconfortante cuando la sucesión no aflige. Los hijos del llamado Patrón del Mal, tuvieron que cambiar de nombre y padecer el mismo terror que su padre infligía a otros.

Ojalá que quienes eligieron odiar y también quienes les temen en nuestro país, evitemos que la descendencia sienta vergüenza del mal que algunos han hecho o de quienes no supieron nunca defenderse.

@carlaangola

carlaangolarodriguez@gmail.com


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