RUBÉN DE MAYO | EL UNIVERSAL
Feliz, pura y simple felicidad es lo que siento en este momento estelar de nuestra historia, en el cual le hemos ganado otra gran batalla, en esta guerra económica, a las fuerzas apátridas, burguesas y fascistas. Esta batalla, digna de ser cantada por Homero y por las más excelsas voces de la poesía, no es otra que la gran batalla de Daka.
En esta épica batalla, gesta sin par en los anales de la historia universal, nuestro gobierno revolucionario se percató perspicaz y hábilmente, después de más de una década, que Daka, empresa comercializadora de productos electrodomésticos importados, estaba comprando sus aparatos y productos a dólar preferencial y los vendía, en sus tiendas, a precio de dólar negro, con ganancias exorbitantes de hasta un 1.000%. Pero no solamente era Daka la que se estaba nutriendo de estos dólares preferenciales, por vía de empresas importadoras de maletín, sino que gran parte de las tiendas de electrodomésticos del país estaban haciendo lo mismo.
Estas tiendas se aprovechaban vilmente de los buenos e impolutos funcionarios y altos jerarcas de Cadivi, quienes con mucho espíritu revolucionario aprobaban dólares preferenciales para la importación de estos productos de primerísima necesidad (el gobierno revolucionario nos tenía la muy grata sorpresa de incluir como productos preferenciales, al igual que las medicinas: televisores, equipos de sonido, videos y demás aparatos vitales y esenciales para la vida socialista).
Una gran labor de inteligencia policial tuvo que hacer el gobierno de Maduro para darse cuenta de esta situación, ya que en Cadivi suele reinar la discreción y la inocencia, sinónimo ésta última de la buena voluntad, intenciones y sentimientos nobles de su alta gerencia, que desempeña con mucho esfuerzo y sacrificio su trabajo, a cambio de pequeñas comisiones de dinero que garanticen el sustento de sus familias y la afluencia de dólares preferenciales a esas empresas comercializadoras de electrodomésticos.
La alta gerencia de Cadivi, que abnegadamente cumplía con su noble misión a cambio, repito, de pequeñas comisiones de dinero, incomparables con las ganancias que obtenían las empresas a las cuales se les otorgaban los dólares preferenciales para la importación de electrodomésticos, debería erguirse ante todos los venezolanos de buena voluntad como el más virtuoso ejemplo del hombre nuevo del socialismo del siglo XXI. El ideal del hombre nuevo, dechado de virtudes colectivas, solidario con su prójimo a cambio de muy poco, deseoso del nuevo "vivir viviendo" de la élite chavista, fue el motor de los saqueos suscitados en algunas tiendas que, como Daka, se aprovecharon de la inocencia y buenas intenciones de la alta gerencia de Cadivi e importando aparatos electrodomésticos a precios preferenciales los vendían luego, traicionando a la revolución que los favoreció, a precios desmedidos del dólar paralelo.
Pudimos observar entonces, con estos saqueos, la verdadera condición del hombre nuevo socialista, que feliz y orgullosamente exhibía por las calles televisores pantalla plana y demás artefactos eléctricos de alta gama, recién sustraídos de una vitrina. Tanta felicidad hace tiempo no la veíamos en Venezuela, expresión de la muy encomiable labor de uno de los hombres más felices del mundo, el viceministro para la Suprema Felicidad Social, el dichoso Rafael Ríos, quien denodadamente lucha contra la "trilogía del mal" (Henrique Capriles, Leopoldo López y María Corina Machado, malucos todos por ser opositores) para allanarle el camino a la felicidad a todos y cada uno de los venezolanos.
Esa felicidad revolucionaria es la que yo siento ahorita con mi nuevo televisor pantalla plana, Led, de 42 pulgadas, aún sin destapar, que pude tomar de una reciente visita que hiciera a una tienda de electrodomésticos. Recuerdo la alegría de otros venezolanos que, junto a mí, también pudieron llevarse alguna cosa de la tienda, entre tanto relajo, bochinche y diversión. De seguro estarán tan felices como yo.
Veo a esa nueva generación de hombres nuevos haciendo cola a las puertas de las tiendas de electrodomésticos para llevarse un poquito de felicidad a sus casas, realizándose existencialmente con una lavadora, con una aspiradora eléctrica o una nevera, y me voy a la cama tranquilo, confiado en las virtudes de este pueblo heroico y la ascensión de Venezuela a potencia mundial, abrazado esperanzadoramente a mi televisor pantalla plana, Led, de 42 pulgadas, aún en la caja, sin destapar. Ojalá que algún día un gran poeta esculpa en oro palabras inmortales que hagan recordar por siempre jamás esta gran batalla que ha librado nuestro valiente y digno pueblo en Daka, campo de patriotas.
@rubdariote
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