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lunes, 22 de septiembre de 2014

La liberación de Iván Simonovis y el ajuste económico. Por Luis Vicente León


Por Luis Vicente León / Prodavinci

Muchos deben haber amanecido con esta pregunta: ¿por qué el gobierno le da la medida humanitaria a Iván Simonovis? Y mi primera respuesta es “Ni idea”. Pero si nos permitimos la aventura de tirar hipótesis, entonces aquí va la mía.

El gobierno ya había decidido darle casa por cárcel a Simonovis desde el inicio de las mesas de diálogo. Era lo único en que se había avanzado seriamente en las discusiones que incluían temas políticos y ya estaban en un punto donde se discutía como implementar el tema con el menor costo posible frente a los grupos más radicales del chavismo, para quienes la medida humanitaria a Simonovis podría resultar un insulto.

Todas las solicitudes opositoras comenzaban por la libertad de Simonovis. Era una cuestión de honor que cualquier logro del diálogo exigiera liberarlo, así como también era previsible que el gobierno lo hiciera debido a que, en el fondo, esa liberación era una oportunidad de oro también para ellos. Liberarlo en el momento cúspide de la negociación habría sido un gesto que les convenía mucho: mejoraba su imagen, enviaba el mensaje de disposición a negociar y podían exigir cosas a cambio, cuando en realidad estaba cediendo sin ceder, toda vez que la liberación de Simonovis no representaba (ni representa ahora) una disposición real de apertura ni una disposición de rectificación, así como tampoco cambia un ápice su estrategia de control total en lo político e institucional.

Pero si bien Maduro y otros líderes chavistas sentían que era el momento de usar la medida humanitaria y ganar imagen sin sacrificar mucho, los más radicales lo consideraban en cambio una afrenta y una violación al legado de Chávez.

Con una situación económica compleja y la necesidad inminente (e internalizada) de tomar medidas de ajuste económico que lucían inevitables, liberar a Simonovis se convirtió en picante para la sopa. Ya sería suficiente dolor de cabeza evitar divisiones internas sobre el tema de devaluar o incrementar el precio de la gasolina, como para asumir previamente el costo interno de las protestas y presiones que, sin duda vendrían, frente a cualquier acción que significara la liberación de Simonovis.

El resultado terminó siendo lo que vimos: el chavismo negociador incumplió sus acuerdos (informales, de palabra) sobre la medida humanitaria, para evitar rupturas y más conflictos en sus filas internas.

Sin embargo, este tipo de decisiones son las que han convertido al gobierno de Maduro en un rehén de sus propios radicales. Lo mismo que pasó con el tema Simonovis pasó después con la posibilidad de anunciar un programa de ajuste económico estructural.

Sin poder tomar las decisiones económicas que ellos mismos saben que son indispensables, ni tener el chance de tomar decisiones políticas que bajen la tensión, el país va a la deriva, directo a una cascada más alta que el Salto Ángel. Decidieron no arriesgarse a enfrentar sus monstruos internos, con la teoría de que el presidente Maduro, sin la fuerza ni el carisma de Chávez, no resistiría el costo político.

Y ahora el resultado está a la vista.

El deterioro económico es más que evidente. El incremento del riesgo país es catastrófico. La imagen de Venezuela esta en sus peores momentos históricos.

¿Cómo interpretar, entonces, que no sea sino hasta ahora que el gobierno del presidente Maduro tome la decisión de otorgarle la medida humanitaria a Simonovis?

Pues creo que las acciones de Maduro son las de quien está intentando sacar vapor de una olla de presión, pero está haciéndolo con pinzas para marear a sus propios radicales.

Si lo vemos en el plano económico, se tira un discurso en el que patea sus propios pre-anuncios de ajuste económico y sataniza la devaluación y la unificación cambiaria (factores que ellos mismos habían calificado de indispensables), ataca los aumentos de precios (que ello habían indicado señalado como fundamentales para garantizar abastecimiento y combatir el contrabando) y minimiza el incremento del precio de la gasolina (que ellos habían indicado como una estrategia indispensable para rescatar equilibrios).

Es obvio que Maduro aborta, por presión interna, su plan de anunciar ajustes articulados en el ámbito económico. Pero nada de esto resuelve el problema de fondo. Sin medidas, lo que viene es joropo. Y el mercado local e internacional ha hecho una lectura dura del problema y reacciona elevando el riesgo país y colapsando el mercado de deuda externa venezolana.

¿Pero quién dijo que no vienen las medidas, porque Maduro le dijo a sus propios radicales que las medidas no venían?

En la práctica, lo que hizo fue cambiar la estrategia de un anuncio integral, que podría ser catalogada como un “Paquete Neoliberal ”, por una estrategia menos eficiente y desarticulada de acciones focalizadas que no se atreven a anunciar públicamente por impopulares.

Están permitiendo aumentos de precios en los sectores críticos, pero no los anuncian: sólo se ejecutan. Negocian pagos de deuda con sectores en crisis, a tipos de cambio mayor a los que se generaron originalmente, lo que representan un default de deuda comercial interna y una devaluación implícita que no tienen que anunciar.

Entonces, en medio de un terremoto perceptual sobre la deuda externa y con aspiraciones a entrar al Consejo de Seguridad de la ONU, Iván Simonovis volvía a ser una carta ganadora: de nuevo la oportunidad de hacer política cediendo sin ceder.

Es evidente que, más allá del discurso, Maduro está intentando rescatar la relación con Estados Unidos. Nombrar a un encargado de negocios de alto nivel es una muestra de ese interés. Pero las limitaciones de su espacio de maniobra, impuestas por el miedo a que sus radicales lo acusen de violentar el legado de Chávez, es, al mismo tiempo, un fantasma y unas esposas que restringen sus posibles acciones.

La liberación parcial de Iván Simonovis, hecha sin que haya un anuncio del gobierno y amarrada a una medida humanitaria con un comunicado del Tribunal Supremo de Justicia, escrito específicamente para los radicales chavistas, donde se indica que si se mejora lo devuelven al hueco. Digamos que es una ruta encubierta para esquivar radicales.

Es obvio que será inevitable que se generen duros ataques del chavismo radical contra Maduro, aunque hayan intentado manejarlo bajo perfil. Las declaraciones encendidas de varios analistas del chavismo, las críticas en Aporrea, las llamadas a marchar hoy para desagraviar a las víctimas de Puente Llaguno (sólo a las de un lado) son una muestra de la reacción interna. Pero, aún así, tengo la impresión de que Maduro gana mucho más liberando a Simonovis que manteniéndolo preso.

liberación de Iván Simonovis debería ser plena, no parcial. Incluso, prohibirle el uso de sus redes sociales es una mancha más entre tantas decisiones tomadas en el centro del poder. Sin embargo, celebro que el gobierno de Maduro haya asumido un enorme riesgo interno con esta medida. Privilegió la urgencia que tienen de bajar la presión y rescatar la imagen internacional de la revolución, en medio de una tormenta económica. Así esto significara esquivar (por un momento) la contención de sus radicales y mostrar que todavía tiene cintura.

Ningún dirigente de izquierda que sea serio podría apoyar lo que pasa con Iván Simonovis, pero está claro que serio no es una palabra que pueda utilizarse para definir a un radical (no importa de cuál lado).

Cuando pierdes el equilibrio, es muy difícil recuperarlo. Y si es difícil lograrlo con medidas articuladas, hacerlo de manera desarticulada y maquillando cifras o acciones políticas lo hace mucho más peludo.


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