Alexander Cambero / El Nacional
Es lamentable observar cómo se muere un país. Una jauría de lobos hambrientos irrumpió para destrozarla. Profanaron el santuario de la concordia y la armonía, éramos venezolanos afables que dirimíamos nuestras diferencias en paz. Ahora el odio protagoniza este filme del horror: cuando observamos a esos grupos anárquicos, con olor a delincuencia y perversión, erigirse en paradigmas de la patria solo tenemos que determinar lo mal que estamos. Mentes fermentadas en el revanchismo son el prototipo del hombre nuevo. Volver a la era de la crueldad como experimento es su verdadero plan. La revolución enarbola las banderas de la confrontación. Acorralar al pensamiento diverso es el leitmotiv que da oxígeno a sus pulmones; perseguir hasta convertir al adversario en el espécimen que quieren como trofeo. Esa es su motivación permanente ya que no soportan a quien difiere de sus anacronismos, tampoco quisieron aprender de la civilidad. Mientras los países avanzan es sus estándares de vida, comprendiendo que es el esfuerzo conjunto el que da resultados satisfactorios en la nuevas sociedades, ellos creen que manteniendo al país encerrado en su secta de ideologías absolutamente rebasadas por la historia pueden mantener en pie el pedestal en donde honran al gran farsante y responsable de la ruina nacional: Hugo Chávez. Un manipulador que logró gracias al petróleo y al descontento popular vendernos su tétrica historia de redención intergaláctica. Lo más degradante del ser humano es precisamente lo que sirve de guía a este régimen. Una extraña combinación de increíbles abusos con corrupción, miseria e incapacidad. ¡Quien delinque en nombre del proceso es un héroe nacional…! Tendrá tribunales cómplices que lo dejarán libre en pocas horas. Medios de comunicación que ocultarán sus verdaderas intenciones para después incluirlos en su abultada lista de ejemplos del temple revolucionario. Si, por el contrario, es demócrata y honesto: lo espera una odisea en la cárcel. Violación del debido proceso, vulgares manipulaciones de toda índole; vejámenes para él y su familia. Aislamiento y torturas físicas y psicológicas que buscan minar su integridad. Es la vieja receta comunista que aprendieron los cubanos de sus amos soviéticos, en la época de la Guerra Fría. Sostienen que mientras existan los pobres y el caos, con ciudadanos sin formación adecuada, podrán manipularlos a su antojo.
La actual coyuntura es de los procesos más difíciles que país alguno pueda vivir. Al frente del gobierno tenemos una élite de taimados mercaderes del odio. Seres frenéticos que son el resultante de años de frustración y fracasos personales. Es increíble comprobar que los peores en sus antiguas actividades sociales, políticas y académicas son ahora los que dictan las normas. Los mediocres dirigiendo la nación como si se tratase de hombres con pensamiento y principios adecuados al momento histórico del planeta.
Ojalá que nuestra apatía no contribuya a quedarnos impávidos mientras la jauría gobernante pasea el cadáver del país en los hombros de sus peores escarnecedores…
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