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sábado, 15 de noviembre de 2014

Y lo demás son pistoladas. Por José Domingo Blanco (Mingo)


José Domingo Blanco

A las dictaduras no se les combate con elecciones. En eso estamos claros. Porque, cuando los dictadores llaman a elecciones, siempre las ganan y logran su objetivo: ¡perpetuarse en el poder! El chavismo –ahora con Maduro a la cabeza del desgobierno– va para dieciséis años hundiendo a Venezuela en la ruina y la miseria, imponiendo un modelo que insisten en llamar socialista; pero que, a todas luces, es otra cosa: una neodictadura comunistoide. Esta advertencia la hizo hace más de una década nuestro recordado y querido colega Oscar Yanes, quien sentenció –refiriéndose al difunto Presidente–: “...Este es un gobierno muy peculiar, un desgobierno de malandros, con un trastornado mental como jefe de esa pandilla. Aquí se está instaurando una dictadura con bases constitucionales. No estamos en un escenario democrático. Hay gente ingenua que cree que estamos ante un modelo democrático imperfecto. Estamos luchando contra una dictadura con bases constitucionales. Le estamos diciendo al pueblo que este gobierno se puede combatir por medios democráticos, cuando lo que hay que explicarle es que estamos luchando contra una dictadura; por lo tanto, no se pueden utilizar métodos democráticos clásicos para combatir a este gobierno”.

Nuestro apreciado Chivo Negro prevenía en 2003 que, y de nuevo cito sus palabras, “nosotros pretendemos oponernos a un régimen con la faena clásica que se usa con los políticos; pero esta gente no es como Caldera, ni como CAP, Lusinchi o Luis Herrera. Para salir de Chávez no se pueden utilizar métodos democráticos, porque Chávez no conoce los métodos democráticos. Mientras la oposición insiste en las marchas, en permanecer en la calle y en denunciar las cosas que ocurren, él está trabajando con hechos: el que se burla del presidente va preso, porque él necesita una dictadura de carácter constitucional. Y, si nosotros nos ponemos a pensar que los organismos internacionales, van a sacar a Chávez, estamos equivocados”.

Han pasado más de diez años, y me temo, con todo el dolor y la impotencia que me da reconocer esto, que seguimos estancados pensando que con métodos democráticos lograremos el cambio que urge en el país. Los diagnósticos están hechos; los problemas, identificados; la causa-raíz de todos nuestros males, también. ¡No caigamos de nuevo en la trampa! Lo vemos a diario: el régimen grita a los cuatro vientos que se abren las postulaciones para –¡por fin!– renovar la directiva del CNE o el TSJ, y el dedo de Maduro amenaza con hacer de las suyas. ¿Y quién va a ser capaz de contravenir la orden de Nicolás?

La destacada abogada mi amiga Adriana Vigilanza me hizo llegar un documento que escribió recientemente en el que afirma que los republicanos –como ella se autodefine– tenían en 2002 “una preclara comprensión de la perversidad del sistema que construía el chavismo”. Pero, al mismo tiempo, le hace una estupenda pregunta a la oposición: “¿Por qué hoy (…) al contrario de lo que ocurrió en el año 2002, no parece existir la misma convicción entre los opositores sobre la necesidad de que el ‘chavismo-madurismo’ (que es exactamente lo mismo, ni peor, ni mejor, para desgracia de los que siguen ignorando que el Comandante ‘eterno’ es quien mayor cuota de responsabilidad tiene en la pésima situación económica y social que vivimos) salga del poder, lo antes posible, para que podamos salvarnos como país o, mejor dicho, como república?”.

Para Vigilanza, es “imposible cualquier cambio de régimen mientras se siga peleando por la mejor ‘estrategia’, la más ‘inteligente’, pero sin llegar al corazón del problema. Un problema que los republicanos tenemos claro: la imposibilidad de conseguir una victoria electoral importante, bajo las condiciones electorales e institucionales actuales”.

Oscar Yanes lo planteaba de otra manera. Él decía que, para salir de Chávez, había que lograr que todos los opositores se reunieran para decidir “como hicieron los aliados en la Segunda Guerra Mundial, ¿qué le vamos a hacer a Hitler y su pandilla? Entonces, inmediatamente, nombrar un Estado Mayor de Oposición con un jefe, a quien no se le va a discutir porque su visión es destruir a Chávez y su pandilla. Lo que hay que hacer es una estrategia de destrucción de un régimen fascista, que si no nos adelantamos nos peina, porque es una araña gigantesca que está tejiendo una red”.

Volviendo a lo escrito por Vigilanza, le hace una sugerencia a la oposición indicándole que el camino a seguir, es declararse en “resistencia” porque, a su juicio, “en un país donde no hay igualdad en el proceso electoral no hay democracia y por tanto, no puede haber oposición. Así como hubo una reciente solicitud de renuncia que le hizo públicamente a Maduro un grupo de republicanos conscientes, así mismo quienes resistimos al régimen tenemos que exigir condiciones electorales que permitan elecciones auténticas. Mientras haya un Registro Electoral no auditado, ni auditable y, sobre todo, mientras haya ‘colectivos’ y milicias armados, eso no es posible”.

Un régimen como el actual no sale del poder con elecciones. Ya nos lo advirtió Oscar Yanes: “…Lo grave es que no pasa nada, porque la estrategia es una estrategia para combatir a un régimen democrático. Y la estrategia a utilizar debería ser para discutir, liquidar y destruir a una dictadura. ¿Estamos dispuestos a pagar ese precio? Ya Churchill lo dijo: Solo sangre, sudor y lágrimas puedo prometer”… Proponer otra cosa, para mí, son puras pistoladas.


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