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lunes, 9 de febrero de 2015

Chávez y el mito del “por ahora”. Por Thays Peñalver


Thays Peñalver / El Nacional

Para construir un país nuevo es imperativo derrumbar los mitos que no nos permiten ver con claridad el terreno que estamos pisando, por eso cuando me refiero a quienes heredaron la democracia y señalo que no la defendieron porque no les costó nada, muchos no lo entienden y hasta se molestan, por eso considero que dicho señalamiento amerita una corta explicación. Veamos, Acción Democrática fue un partido que vivió dos etapas durante la democracia, la primera duró desde 1961 hasta 1974, en este período pos-Betancourt nunca representó a la mayoría de los venezolanos, porque en 1963 –con apenas 7% de abstención– por el candidato Raúl Leoni decidió votar apenas 32% de los votantes, y en 1968 por Gonzalo Barrios, con apenas 3% de abstención, votó apenas 27%. Es en esta etapa cuando se fundó la democracia venezolana que brindó la educación gratuita y extendida, la salud, las grandes obras de infraestructura y el desarrollo. La segunda etapa llegó para destruir a la primera de la mano del boom petrolero, producto de la crisis mundial y con el “abordaje” como acostumbran los piratas, de personajes menores. Es casualmente en esta época cuando AD se convirtió, gracias al billete contante y sonante, en un partido con nada menos que 55% de la población.

Betancourt y Leoni gobernaron con un barril de petróleo a 3,10 dólares, con ese ingreso lograron construir para Venezuela grandes obras como el Guri, la CVG, Edelca en 1963, Sidor en 1964 y Alcasa en 1967; el gobierno de Rafael Caldera contó con un barril promedio de 3,36 dólares y con este monto continuaron construyendo otras grandes obras, como el desarrollo de la segunda etapa del Guri y magníficas autopistas. Nuestra realidad en política es que hasta 1974 no existía ni por asomo un partido de masas –aunque el imaginario colectivo así lo crea– este apareció cuando estalló la vorágine petrolera y el barril se situó nada menos que en 12 dólares promedio, desde 1974 hasta 1978. Es en este el momento cuando el socialcristiano o el accióndemocratista por convicción son sustituidos por el “compañerito de partido”, ese personaje cuyas convicciones partidistas vienen dadas por el “pleno empleo” y es el que ayudó a duplicar la nómina de empleados públicos, hasta hoy, pero, y hay que decirlo, gracias al boom petrolero y el dinero fácil. Pero lo peor estaba por llegar para Venezuela, el petróleo que se cotizaba en 14 dólares, promedió los 31 dólares, alcanzando por primera vez los 40 dólares en 1980 (110 dólares de hoy). ¿El resultado? De 157.467 empleados públicos censados en 1973 la nómina oficial se infló a cerca de 1 millón, sin contar el personal de todas las empresas que fueron nacionalizadas y expropiadas durante la “Gran Venezuela” y que fueron ingresados al hiperinflado aparto burocrático del Estado.

A partir de allí nació el flamante “partido de masas”. Millones de inscritos hacían vida en los partidos políticos sin que los inexpertos gobernantes se dieran cuenta de lo que estaba pasando. Pero cuando el barril que estaba a 31 dólares bajó su precio a 9 en 1988, Hugo Chávez esperaba con su pistola, junto a los tanques abajo del Ministerio de Relaciones Interiores. Se había acabado el billete y con ello “la fiesta” y fueron despedidos aquellos que nunca entendieron que jamás ha existido un partido de masas. Y si no, pregúntenle a los rusos, quienes presenciaron cómo en un mismo año 30 millones de inscritos del otrora partido de masas más grande del mundo se fueron al mismo lugar que 80% de los votantes adeco-copeyanos: al partido que tuviera más dólares.

Es aquí donde debemos centrarnos, en los hechos. Por mucho que hayan tratado de vendernos el “por ahora” de Chávez como una frase mágica, eso nunca fue así. En un estudio de imagen publicado por la Universidad Central, solo 25% de los venezolanos tenía una imagen positiva de Chávez y ese porcentaje pronto se desinfló como bien lo reflejó José Vicente Rangel en una entrevista realizada con el objetivo de alzar su imagen: “Existe la impresión –pregunta Rangel– de que usted se desinfló, de que ya no es noticia (…) ¿Qué cree usted al respecto?”. A lo que Chávez respondió: “Hace pocos días, una agencia internacional de noticias me hacía una pregunta parecida”, era una clara señal, reconocía su bajón de popularidad.

La única verdad en todo esto es que el “por ahora” se convirtió en noticia no al momento en el que lo oímos, sino por haberse convertido en el ariete de los políticos irresponsables quienes desde el primer día de la aparición de Chávez en todas las bancadas y en todos los espacios públicos, comediantes incluidos, lo remedaban. Por eso, insisto, Chávez no arrastraba masa alguna y la exactitud del “por ahora” está en las propias palabras de Hugo Chávez al momento de legalizar su partido MVR en 1998: “Antes teníamos 4% de las intenciones de voto. Ahora estamos en 18%”.

Por eso si Hugo Chávez ganó las elecciones, nunca fue porque arrastrara masa alguna o votaran masivamente por él, mucho menos debido al “por ahora”, sino porque los partidos tradicionales se suicidaron políticamente. Como bien lo explicó el propio jefe de campaña de Chávez, el general Müller: “La campaña se ganó relativamente fácil. Se ganó más por la gran cantidad de errores políticos que cometieron sus adversarios, que por la calidad de nuestra campaña electoral”. La realidad es que ya no quedaban adversarios, prácticamente fue solo a las elecciones y la prueba es que Chávez se convirtió en presidente con 32% de los votantes, porque ese año ocurrió la peor abstención de la historia, cuando 4 millones de venezolanos, de un total de 11 millones dejaron de votar asqueados de todo y de todos.

Así que Hugo Chávez, como Acción Democrática, solo fue un fenómeno de masas cuando el barril dejó atrás los 12 dólares y comenzó la bonanza más grande y larga de nuestra historia. Chávez fue un “fenómeno histórico” con una “conexión mitológica”, “casi mágica” cuando el barril llegó a 154 dólares en 2008 e imbatible electoralmente cuando la nómina pública pasó de 1.300.000 en 2004, a 2.700.000 empleados públicos; la de las empresas del Estado pasó de 108.000 a más de 500.000, para terminar en un grotesco total de 3.300.000 funcionarios dependientes del gobierno, sumados a otros 2.000.000 de “becados” que recibían un cheque sin hacer absolutamente nada, solo ir a votar o a marchar al ser convocados.

Los muy ineptos pasarán a la historia porque nunca aprendieron que la cultura del “por ahora” no es de Chávez, sino de una parte inmensamente atrasada de Venezuela, que siempre se ha vacilado al político de turno.

tpenalver@me.com

@thayspenalver


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