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miércoles, 11 de febrero de 2015

Hace un año, La Salida. por Carlos Blanco


Carlos Blanco / El Nacional

A comienzos de 2014 convergieron tres procesos sin relación causal explícita, pero engranados en el drama venezolano: el deterioro masivo de la calidad de vida de los ciudadanos de menores ingresos; el llamado de María Corina Machado, Leopoldo López, Antonio Ledezma, Gabriel Puerta Aponte, los diputados de “la Movida Parlamentaria” y otros dirigentes, a discutir en asambleas de ciudadanos los métodos constitucionales para producir “la salida” de Maduro (renuncia, asamblea constituyente, elecciones adelantadas, etc.); y la protesta estudiantil iniciada en la región andina, que tuvo un momento estelar el 12 de febrero con la manifestación convocada por Juan Requesens, presidente de la Federación de Centros de la UCV, y la dirección estudiantil en Caracas y que culminó en la Fiscalía General, luego de lo cual se produjeron, a manos de los cuerpos policiales, los asesinatos del estudiante Bassil Dacosta y del activista chavista Juancho Montoya, hechos que contribuyeron a la extensión de la rebelión estudiantil por todo el país. Estos factores se alinearon, retroalimentaron y produjeron una protesta nacional sin precedentes, así como mostraron que el régimen estaba dispuesto a la represión más despiadada, con un desenlace de 43 asesinados, miles de presos, torturados, perseguidos y hostigados.

A la luz de lo ocurrido vale la pena reflexionar. Un hecho fundamental es que nadie previó y posiblemente no se podía prever el grado de furia acumulada en la sociedad y que habría de estallar apenas se abriera una rendija. Es una enseñanza: cierto que no se puede adivinar el futuro en un mundo tan azaroso, pero hay que imaginar los escenarios más improbables.

Entonces se descorrió el barniz democrático que el gobierno se empeñaba en mantener. No era la primera vez que mataba, pero rebasó todo cálculo el que las órdenes de Maduro a militares, policías y paramilitares, fuesen las de reprimir a sangre y fuego indiscriminados las manifestaciones inicialmente pacíficas en casi todos los casos. En su marco se dieron las “guarimbas” que cuando no tuvieron carácter defensivo fueron aventureras.

Un hecho político esencial fue que la lucha juvenil y el liderazgo político que sin vacilar la acompañó mostraron al mundo la realidad de un régimen dictatorial; develamiento que inició una reacción internacional que tuvo un nuevo momento con la reciente visita de los ex presidentes de Colombia, Chile y México.

Quedó para siempre el arrojo de la juventud y la renuncia de Maduro, demorada por ahora, pero sazonada y madurada para su logro.


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