Luis Vicente León | Prodavinci
Si redefinimos Democracia Protagónica en función de lo que está pasando hoy en Venezuela, podríamos decir que es un modelo de gobierno donde quien detenta el poder puede perder el respaldo popular y ser franca minoría, pero logra mantener ese poder como sea, incluso cambiando las reglas de juego de la democracia y escogiendo los grupos que pueden elegir, siempre y cuando lo elijan a él.
Si el pueblo ha elegido por contundente mayoría a los opositores como sus representantes en la casa del pueblo, es decir, la Asamblea Nacional, el gobierno protagónico puede desconocer a esa institución, bloquear sus funciones constitucionales e impedir su función legislativa y contralora, usurpando sus funciones con otra institución, en este caso TSJ, que controla.
Si la Fiscal General no cruza la frontera de ruptura del hilo constitucional ni actúa inconstitucionalmente contra aquellos que se rebelan frente a las violaciones de sus derechos humanos y políticos, entonces el poder usa la fiscalía militar y los tribunales militares incluso para procesar civiles y así defender al gobierno protagónico.
Si los gobernadores y alcaldes, elegidos por el pueblo, son opositores e irreverentes al poder, entonces se bloquean sus recursos y se crean instituciones paralelas para impedir su función, o en caso necesario, se apresan para nulificarlos.
Si la población ejerce su derecho constitucional a protestar, la democracia protagónica permite prohibirle la entrada a su ciudad y bombardearlos con inocentes lacrimógenas que, sólo por accidente, matan o permiten que los ataquen los protagónicos colectivos armados.
Y si la constitución se convierte en un escollo insalvable, porque es imposible cumplirla y mantenerse en el poder como sea, entonces te vas a una constituyente donde la selección sesgada de los constituyentistas te garantice mantener la mayoría y reescribir la constitución a tu antojo, aunque no representes más que el 25% de la población total. Y después de escribirla, claro, no es necesario someterla a un referéndum aprobatorio, porque después de todo, tu, el poder, eres el único protagonista.
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Los estudiantes tienen 76% de respaldo popular. 52 puntos porcentuales más que el presidente contra quien protestan. Son la fuerza propulsora y simbólica de la lucha por el cambio. Tienen sobre sus hombros la herencia de los grandes movimientos estudiantiles del mundo y de Venezuela, que han sido protagonistas de las grandes transformaciones políticas del mundo. La lucha entre un gobierno y los estudiantes es la lucha de la fuerza bruta contra la juventud, la esperanza, la irreverencia, los derechos, el futuro y la vida.
Pueden herir y matar estudiantes pero nunca, nunca ganarles en el corazón del pueblo. Ese será su drama.
Esos jóvenes deberían estar en sus salones de clase, con sus compañeros y profesores, formándose para construir su futuro y el del país.
Ellos deberían tener en sus manos cuadernos, libros y lápices.
Ellos deberían tener computadoras y conexión a internet para participar en la globalización del mundo.
Ellos deberían tener garantizadas las oportunidades de empleo a futuro. Tener como aspiración posible adquirir un carro, casarse y comprar una vivienda. Salir y divertirse en seguridad y paz. Pero no, ellos están en la calle, asumiendo graves riesgos, sin armas pero protegiéndose de quien los reprime por exigir pacíficamente sus derechos.
Ellos no están donde deberían estar en un país democrático y respetuoso de la constitución y las leyes. Pero sí están donde deben estar en un país que no lo es.
Al final, ellos decidieron que no quieren el país que esta revolución ha construido para ellos sino que quieren construir el país que todos merecemos, incluso los hijos de quienes hoy los reprimen.
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