JOSÉ DOMINGO BLANCO (MINGO) | EL UNIVERSAL
I.
Se acabaron las vacaciones para quienes hicieron el esfuerzo y el sacrificio de planificarlas y tenerlas. Los cuentos son muchos. Las anécdotas, no todas buenas. En Venezuela, últimamente, tenemos que prepararnos psicológicamente porque el día de la partida y el del retorno pueden transformarse en una verdadera pesadilla. Los vuelos nacionales, en especial los que tienen como destino Porlamar, pueden sufrir retrasos de hasta 12 horas, sin que alguien se responsabilice por la demora o diga qué está ocurriendo. Cuando los ánimos se caldean, ocurren protestas aireadas en las que el mobiliario del counter es el que recibe la descarga de frustración. Pero, no siempre obra el reclamo; los venezolanos no estamos acostumbrados a reclamar, ni a exigir. Sólo esperamos pacientemente, sentados en donde sea, que den la orden de embarcar. Quizá, en el caso de los viajeros a Margarita, la demanda de boletos es tal que, a pesar del maltrato y el retardo, el pasajero se consuela pensando que es uno de los afortunados con cupo aéreo: ¡así se le vaya un día completo esperando para montarse en un avión! Porque, total, en media hora de vuelo, estará en su destino. "Peor es el Ferry", imagino yo que comentan entre sí los pasajeros de La Venezolana –una de las líneas sobre las que más quejas he escuchado-. ¿En Ferry a Margarita? Eso puede resultar realmente agotador; con el agravante de un recorrido por carretera que, desde Caracas hasta Puerto La Cruz, por ejemplo, ya no se hace en cuatro horas. El tiempo en las carreteras del país es imprevisible. Y a la distancia desde una ciudad a otra se le han sumado obstáculos que hacen de la experiencia un deporte extremo: ¡de extremo peligro!
II.
Un dato alarmante. En el aeropuerto de Maiquetía pueden ocurrir, según información publicada el martes en El Universal, robos diarios de maletas. Algunos denuncian; otros, lo dan por perdido. Nos estamos acostumbrando a que aquí las denuncias no prosperen. El día del apagón, el pasado 3 de septiembre, un poeta español que venía como invitado al II Festival de Poesía de Maracaibo, fue robado en pleno aeropuerto. Le quitaron el dinero y los documentos. Su estadía se transformó de una invitación para declamar, en una odisea para declarar, recuperar el pasaporte y regresar, lo antes posible, a España... ¡qué pena, por Dios! Otro turista que hablará "maravillas" de nuestra patria. Los invito a que busquen –si acaso no tuvieron oportunidad de verla– la acertadísima caricatura que publicó el domingo pasado mi querida y admirada Rayma: el triste reflejo de lo que puede llegar a ser turistear en nuestro país.
Venezuela: ¿un destino chévere para vacacionar?... para eso, Izarra, todavía nos falta mucho país.
III.
Los médicos en los hospitales tienen que ingeniárselas. Ya no sólo para curar a los enfermos sin recursos, sin equipos y sin medicinas, sino para no ser víctimas del hampa que los azota dentro del recinto hospitalario. Los malandros a los que salvan hoy, mañana pueden ser los atracadores. No hay gratitud; mucho menos seguridad. Los accesos a los nosocomios están custodiados por la milicia; pero, los médicos se quejan de la deficiente labor que realizan. En los lugares donde, en teoría, se salvan vidas, muchos están expuestos a perderla pero en manos de los delincuentes. ¿Desde cuándo ser médico se transformó en una profesión de alto riesgo? Es vergonzoso lo que está ocurriendo. Los galenos ya no están protegidos por el respeto que inspiraba su profesión ni por el halo de santidad que imponía la bata blanca.
La delincuencia es un monstruo de mil cabezas, que crece indiscriminadamente ¿Es acaso una estrategia del gobierno? ¿El miedo como política de Estado?
IV.
¿Un cuento del Realismo Mágico? Aún no he podido confirmar si es verdad o mentira; pero, según relatan, en la autopista Prados del Este, a la altura de Los Campitos, en plena madrugada "aparece" un parachoques fantasma. Dos señoras me detuvieron hace poco para echarme el cuento, que me pareció escabroso, rebuscado y enredado, pero que obviamente, debo concederle el beneficio de la duda porque, en Venezuela, todo puede suceder. El caso es que el parachoques, salido de la nada más estratégicamente ubicado, hace que el desprevenido conductor intente esquivarlo; pero, termine estrellado contra la defensa. De inmediato aparecen efectivos del módulo vial de Santa Fe, raudos y prestos, a levantar el choque y a brindar el auxilio que, por ser de madrugada, el afectado agradece. De pronto, según cuentan las señoras que conocen del asunto, el conductor se ve envuelto en una suerte de "asalto". Las exigencias de los funcionarios van desde 25 mil bolívares para devolver el carro que la grúa tiene "secuestrado", hasta el despojo de todos los objetos de valor que tenga encima el chofer.
La pérdida de valores en el país no tiene precedentes, ergo, el parachoques es tan real como la Patria.
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