Eduardo Semtei / El Nacional
Las cosas en el país no marchan bien. Hay pánico. Miedo. Incertidumbre. Nadie sabe lo que pueda pasar. Se habla mucho de la renuncia de algunos ministros. Incluso se habla de que hasta el propio presidente puede renunciar, bien porque entiende que su posición es insostenible, bien porque la gente salga a la calle y se inicien protestas violentas. Manifestaciones. Saqueos. Hay un clima de tensión. Algo vas a estallar. Las masas lo saben. El gobierno lo sabe. La oposición lo sabe.
Parece que viene un decreto terrible. Una especie de corralito. Dicen que los retiros en efectivo tendrán un tope semanal. Los ahorristas no podrán disponer de todo su dinero libremente. Puede ser que declaren con una ley especial una suerte de emergencia pública en materia social, económica, administrativa, financiera y cambiaria que delegue en el Poder Ejecutivo Nacional todas las facultades del Poder Legislativo. Anuncian que con ello se busca reactivar el funcionamiento de la economía creando un sistema de desarrollo sustentable. De detener la inflación que anda desatada.
En todo caso, hay síntomas terribles. La economía nacional está enferma. El régimen cambiario es insostenible. La paridad dólar-moneda nacional es un disparate. Cada ciudadano del país quiere tener su dinero en dólares. Sacarlo del país. La moneda nacional no sirve para nada. Su capacidad de compra se arrastra por el piso de la inflación. Hay reuniones diarias entre el presidente y sus ministros. Buscan un culpable. Es un gobierno débil. Quebradizo. Torpe. Es prácticamente seguro que no llega al final de su período. Es materialmente imposible. El ministro de Economía y los otros miembros del equipo económico están divididos. Nadie apunta con una solución.
Los más calenturientos, los cabeza calientes del gobierno hablan de más y más y más y más controles. Creen que el problema de evitar un colapso total es policial. Militar. De seguridad. Agarran el rábano por las hojas. El presidente sale a cada rato por televisión tratando de explicar lo inexplicable. La temperatura sube. Se habla de un estallido social sin precedentes. Si eso sucede los días de este gobiernucho están contados.
Además, el país está dividido. Casi en dos mitades iguales. Una de las cosas que se pregunta la gente es quién sería el hombre capaz de sacar el país del atolladero. Quizás una junta de gobierno. El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional están atentos a los desarrollos de la economía, especialmente en cuanto a la deuda externa, las reservas internacionales, la inflación y el crecimiento económico. Todos aseguran que esta administración está moribunda. En coma. En agonía. La clase media está aterrada. Miles de ellos se han ido, se están yendo o piensan irse lo más rápido posible. El último que salga que apague la luz. Qué pena. Qué desastre. Qué fracaso tan espantoso.
Ya se habla públicamente de la fecha en que probablemente se derrumbará todo este andamiaje de torpezas y estupideces económicas. Y se habla también de diciembre como la fecha tentativa en la que el presidente presentará su renuncia irrevocable ante el país. De que se cae, se cae. No creo que los militares quieran defender lo indefendible. Esto se veía venir. Estaba claro en el horizonte. Unos lo vieron antes. Otros lo vieron después. Todavía existen personas que no ven la verdad. Están ciegos. Tuvieron una oportunidad de oro de mejorar el país. Pero lo dividieron. Lo perjudicaron. Lo ideologizaron. Esto es absolutamente verdad. Adiós, presidente. Adiós, ministros de la economía. Fuera del gobierno y del país.
(Estas eran las noticias diarias en Argentina en octubre/ noviembre de 2001. Fernando de la Rúa, el presidente, renunció el 21 de diciembre de 2001. Domingo Cavallo, ministro de Economía, salió huyendo).