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jueves, 9 de octubre de 2014

Las 4 visiones de la oposición venezolana (o “Cada quien por su lado”). Por Luis Vicente León


Por Luis Vicente León | Prodavinci

No es fácil para la población opositora orientarse sobre cuál es el camino que debe seguir, cuando los diferentes líderes de su lado le plantean, en paralelo, varias propuestas que son estructuralmente distintas la una de la otra y cada uno de ellos arranca a implementar la suya, sin haber logrado acuerdos internos para validarla ni haber convencido a sus colegas o a sus bases de seguirlos por esa vía.

Las opciones planteadas hasta ahora por los diferentes “clusters” opositores internos son las siguientes:

1) Convocar una Asamblea Nacional Constituyente, cuyo objetivo central no es cambiar la constitución alrededor de una propuesta estructural atractiva, sino servir de vía/excusa para lograr una elección anticipada que permita sacar a Maduro del poder por la vía electoral;

2) Concentrarse en la organización y articulación de la oposición alrededor del objetivo de ganar las elecciones parlamentarias del 2015;

3) Activar, por todo el país, congresos de ciudadanos que sirvan de base para plantear una lucha de calle por los derechos ciudadanos, en el terreno que esa lucha tenga que darse;

4) Dejar que el gobierno se deteriore sólo, ante dos realidades concretas: su incapacidad para gobernar, que debería hacer insostenible su mantenimiento en el tiempo, y lo difícil que resulta para la oposición brincar los bloqueadores que el gobierno ha construido para limitarla.

¿Cómo reaccionar ante tantas opciones que se han puesto en ejecución a la vez?

Lo primero que debemos entender es que cuando alguien intenta avanzar, íngrimo y solo, en una propuesta que requiere esfuerzos gigantes, concentración de objetivos, visiones comunes y convencimiento masivo, las probabilidades de éxito son muy bajas, por decir lo menos.

Esto no quiere decir que las diferentes formas de pensamiento dentro de la oposición no tengan derechos ni cabida. Claro que los tienen. Y sobre todo el derecho a cabildearlas para lograr que ése sea el camino compartido a seguir por todos los actores involucrados.

Pero eso sólo es posible si esas propuestas pasan por una fase previa de integración y trabajo. Sino, si no se pueden engranar y articular entre sí, todas están condenadas a perder.

En una situación como ésta, el trabajo dividido en esas cuatro opciones, disparadas a la calle de manera desarticulada e independiente, no se puede sumar: sólo se divide. En dos platos: ninguna de esas cuatro opciones tiene posibilidad de éxito si sus promotores no son capaces de lograr la alineación general alrededor de ellas y hacer que los diferentes grupos la entiendan también como propia.

Ante un gobierno que sigue con la sartén por el mango, aunque ha demostrado su ineficacia y su incapacidad para tomar decisiones de alto costo político, la oposición necesita canalizar su energía y su frustración. Es obvio que no se puede quedar de brazos cruzados. Pero esa canalización no puede ser lanzarse por otro barranco radical: la sola idea es un fracaso cantado desde ya.

La convocatoria a una Asamblea Constituyente no es vista por la mayoría opositora como una estrategia común, sino como un planteamiento de uno de sus subgrupos. Más allá del debate sobre definir si ésta es o no una estrategia adecuada para el objetivo que persigue, la recolección de firmas para convocarla arranca con una pata coja al no ser compartida por el resto de las partes, que la sienten más como la acción de un adversario interno que una estrategia integral para toda la oposición.

La propuesta que propone concentrar esfuerzos para organizar a la oposición frente a unas elecciones parlamentarias es racional, cierto. Incluso diría que es la estrategia base de un escenario ganador. Pero esto requiere plantear en adición una oferta de corto plazo que agregue valor al mensaje electoral futuro. No puedes decirle a la gente, en medio de una crisis monumental, que la única estrategia que debe seguir es ayudar a los partidos y participar para ganar una elección en el futuro (en medio de toda la desconfianza que esa misma población tiene en las instituciones que regularán esa elección). Tienes que activarla ya. Es un trabajo que arranca por el acompañamiento de la gente en su drama diario. Algo que le dé dirección e ideas sobre cómo participar en la defensa democrática de sus derechos. Que le enseña las opciones de gobierno que podrían hacer mejor su vida. Pero atentos: esa activación de corto plazo no debe generar expectativas que hagan pensar en cambiar al gobierno por vías distintas a las electorales, sino para presionar los cambios en el gobierno mientras esas elecciones tienen lugar.

Esto nos lleva a la tercera propuesta activa en el mercado: los hasta ahora llamados congresos populares, que aparentemente son para organizar la lucha ciudadana. Y uno se pregunta: ¿con cuáles recursos y quiénes son los que van a organizar eso? ¿Cuán exitosos pueden ser, si sólo pequeños grupos minoritarios de la Oposición creen que ésa es la vía lógica a seguir? Si bien la popularidad presidencial está en franco descenso, su manejo de la fuerza bruta sigue intacto. El sector militar está firme frente a su gobierno y recibe poder y recursos que va a defender. Pero es que, incluso conceptualmente, ése es el gobierno constitucional de Venezuela y Maduro el presidente en ejercicio, a quien la Fuerza Armada Nacional está llamada a proteger. Siendo así, ¿cómo hacer viable esta opción, cuyos requerimientos logísticos y estratégicos podrían ponerse más bien al servicio de cualquiera de las dos opciones anteriores?

De tal manera que, leyendo las tres opciones previas y la forma desarticulada en la que se están ejecutando, es comprensible que exista ese cuarto grupo cuya bandera parece ser: “¡Este país se jodió! Mejor dejarlos que se caigan solitos”, porque atacarlos es ayudarlos. Éste es un grupo que crece exponencialmente y que, sin embargo, creo que está equivocado.

Claro que la oposición tiene opciones y definitivamente no son rascarse la barriga mientras se concentran en la esperanza pasiva de que algo pase sin que se haga nada para ello.

¿Dónde depositar las fuerzas entonces?

¿Elecciones o barranco?

Las expectativas parecen estar cruzadas con la realidad. Muchos tienen esperanzas en las estrategias radicales, que en mi opinión tiene probabilidades prácticamente nulas en las condiciones actuales. Otros perdieron la esperanza en los procesos democráticos y las elecciones, cuando la realidad actual lo que indica es que ahí es donde hay oportunidades gigantes para una oposición que enfrentará por primera vez a una revolución que, si se mantiene como ahora, tiene 30 puntos por debajo, una brecha que no podría corregir con Photoshop.

Claro, eso si pudiéramos decir que hay una Oposición y no una caimanera de gente a quien sólo los une estar del otro lado de la acera.

La verdad es que las opciones opositoras son más grandes que nunca antes en la historia del chavismo, pero sus liderazgos no han sabido integrarlas ni mantenerlas avanzando en un mismo sentido. Cuando eso pase…


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