Eduardo Semtei / El Nacional
Recuerdo dos cuentos fastidiosísimos de cuando era niño y correteaba por los Valles del Tuy y más tarde por El Guapo. Uno era el cuento del Gallo Pelón que consistía en preguntarle a alguien, más pendejo que uno, si quería oír el cuento del Gallo Pelón; al incauto, no importa lo que contestara, uno le repetía no es que sí, o no es que no, sino que si quieres que te cuente el cuento del Gallo Pelón. Esa tortura parvularia podía durar horas hasta que el afectado salía corriendo espantado a llamar a sus progenitores o se entraba a carajazos limpios con su experimentado torturador.
El segundo era preguntarle a otro cristiano quién fue primero entre el huevo y la gallina. Si el interrogado decía el huevo uno rápidamente lo acosaba diciéndole que de dónde había salido el huevo y si respondía la gallina, ripostábamos de inmediato preguntando de dónde carrizo había salido la picatierra. Al final, la misma vaina, una sampablera de golpes, porrazos, gritos y correderas.
Así, como en estas actitudes infantiles, hay muchísima gente discutiendo sobre el CNE y la constituyente como el cuento del Gallo Pelón y del huevo y la gallina. Es la misma cháchara, la misma ladilla, pero hecha por “experimentados políticos” y “activos agentes de las redes sociales” cuando no se autobautizan como “verdaderos opositores”. Pura paja. Puro cuento. Cobardones del Twitter que ni de vaina dan cara. Unos anónimos pusilánimes. Puro farfullo.
Muchos extremistas, radicales inútiles, fabricantes de sueños, espejismos y creadores permanentes de fracasos y decepciones, andan diciendo que no hay que votar con este CNE. Que hay que cambiar al CNE para confiar en los procesos electorales. Pero al CNE solo lo puede cambiar la Asamblea Nacional, mucho más rápido y relancino si la oposición conquista los dos tercios de la misma. Pero, como dicen que no se puede votar con este CNE corrupto y viciado, entonces perderemos las elecciones parlamentarias por forfait y, por lo tanto, la Asamblea Nacional en manos chavistas no modificará nunca la mayoría oficialista. Lo que nos conduce de nuevo a no votar y así sucesivamente hasta el fin de los días. Y entramos en la discusión de que fue primero el huevo o la gallina.
Hay que votar y cambiar al CNE (el huevo) o hay que cambiar al CNE y después votar (la gallina). Parece que existiera en algún lugar del éter una fuerza mágica, extraña y fuera del contexto de la racionalidad que cambie las cosas como son y nos la ponga papita. Resumo.
Votamos en las parlamentarias para obtener mayoría y cambiar al CNE o no votamos esperando que el CNE cambie sin nuestra participación. ¿Huevo o gallina? En cuanto a la constituyente, es otra irracionalidad. Varios autores han demostrado hasta la saciedad, con ejemplos mundiales, con enjundiosos estudios jurídicos y políticos que las asambleas constituyentes toman cuerpo en la realidad cuando las mismas son impulsadas por y desde el poder. Desde la Revolución americana, pasando por la francesa, y las docenas de ejemplos americanos, hasta la revoluciones rusa, china y cubana, en docenas de países europeos, africanos y asiáticos, todas, absolutamente todas, fueron anidadas e impulsadas desde el poder. No desde la oposición. Además, su complejidad en las actuales condiciones se traduce en gastar pólvora en zamuro, perder esfuerzos, dividir la oposición.
Fíjense ustedes, para lograr una nueva Constitución, primero hay recoger las firmas. En este aspecto paso a anotar que ya el CNE estableció que las firmas que hoy por hoy se andan recogiendo no cumplen con las normativas ni han sido aprobadas o reconocidas. Así que ya tenemos una pata coja. Hasta donde alcanza mi conocimiento, en el primer mes de recolección de firmas, hechas al margen y hasta en contra de la política general de la MUD, tienen unas 70.000 rúbricas, a tal ritmo para llegar a 3 millones necesitarían unos 42 meses. Claro, los recogedores dirán que tienen millones de millones de millones de millones. ¿Quién los desmiente? Ellos son su propio CNE, na’ guará. Si se logran recoger, algún día, entonces habrá que llamar a un referéndum, por cierto con ese mismito CNE que los radicales celebrantes de la constituyente tanto abominan y aborrecen. Luego, si se gana el referéndum, hay que elegir los diputados a la constituyente, en las mismas circunscripciones y con el mismito CNE que regularía y supervisaría las elecciones parlamentarias regulares de 2015. Si logramos tener mayoría en diputados en la constituyente, entonces habría un referéndum para aprobar la nueva constitución. Es decir, un proceso largo, complejo, de varias fases, comparado con la simpleza y sencillez de ganar unas elecciones parlamentarias ya previstas para 2015.
Entonces surge la pregunta. ¿Quieres elecciones de la constituyente o de la Asamblea Nacional con el actual CNE? Si contestas que sí o contestas que no, volveremos como en la infancia a repreguntar, no es que sí, o no es que no, sino que si quieres elecciones con el actual CNE. Y así señores se nos va el tiempo, la vida, las fuerzas, los recursos. En una discusión tremendamente infantil. En términos concretos, en la actualidad, de los cinco miembros del CNE cuatro son pro gobierno. Recordemos que la mayoría son tres de cinco. Es decir, para efectos prácticos que tengan tres, o cuatro, o cinco es la misma vaina. El descontento es de 75%. Vamos entonces a empujar todos la misma carreta y convertir el descontento en votos. Esa es la vía. Los otros son cuentos infantiles de gallos pelones y gallinas pirocas.
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