Fausto Masó / El Nacional
Con razón cada mañana al levantarse Nicolás Maduro le da gracias a Dios por permanecer otro día adicional en Miraflores, sin razón alguna para que siga realmente en el poder, cuando al acostarse la noche anterior pensaba con razón que sería la última. Maduro es un sobreviviente, porque ni Maduro cree en Maduro, y los pocos y supuestos maduristas aun, obviamente, mucho menos.
Esa fragilidad, unida a la indiferencia con que el mundo contempla el futuro del actual inquilino de Miraflores, explica la extraña sensación que recibe el visitante en Maiquetía, siente que llega a un país milagroso, donde todo se mantiene en pie de casualidad, o porque sencillamente nadie se decide a dar el empujón final.
Aparte de la suerte, a Nicolás Maduro lo ayuda decisivamente la pasividad de la oposición. Por eso vive con temor a cualquier reacción popular, como si creyera que cualquier manifestación contra su gobierno pudiera sacarlo de poder.
Maduro sabe que representa un gobierno débil, pues, como ya dijimos, no hay maduristas en Venezuela. Chávez, en su peor momento económico, cuando enfermo se aproximaba al final, contaba con la devoción de millares de venezolanos. Había chavistas y hasta algunos fanáticos; a Maduro solo lo rodean los oportunistas sin imaginación. Todavía hoy hay chavistas, mucho menos que en el pasado, porque los hechos son tercos y la verdad se impone: Chávez es el verdadero gran responsable del desastre actual, porque era un hombre muy ignorante, con carisma personal, pero que desconocía lo que ocurría en el mundo, la decadencia del marxismo, la falta de glamour de un Fidel Castro. Chávez, para desgracia nuestra, fue el último castrista.
Pero ¿qué vendrá después de Nicolás Maduro? Esa pregunta no tiene una respuesta clara, y esto sostiene a Maduro en el poder. Habría que pedirle al líder de la oposición que le hablara con claridad al pueblo, ¿debemos esperar a la fecha de las elecciones?, ¿o conviene forzar la salida de Miraflores ya, este mes, sin aguardar el año 2018?
La gran mayoría de las primeras páginas de los periódicos venezolanos omiten la noticia mundial sobre el vicepresidente Tareck el Aissami, y apenas informa de lo que pasa internacionalmente con los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia. Nos jactamos de ser soberanos, de rechazar la intervención del imperio, pero los grandes jerarcas chavistas tienen propiedades en el estado de la Florida y mandan a sus hijos a estudiar en Estados Unidos.
¿Y los muertos? ¿Y las FANB sin armas letales? ¿La chica de 14 años que le cortaron la pierna cancerígena por no tener medicinas?
Pero los acontecimientos se precipitan, sentimos que llegamos al final porque Maduro carece de respuestas, parece mudo frente a la tragedia que ocurre frente a sus ojos. El país no lo soporta, no lo aguantan ni los suyos. Maduro además de aburrido se quedó sin argumentos, como todos los que llegan a la hora final. Ya ni siquiera es cuestión de paciencia, sino de la convicción de que el país se le escapa vertiginosamente de las manos.
Maduro, si tienes dos dedos de frente vete honrosamente, sal voluntariamente antes de que el pueblo, o los mismos tuyos, te saquen de Miraflores.
Maduro llegó al llegadero, carece de imaginación y coraje para escoger su propio final, los tejones se han rebelado. Adiós, Nicolás.
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