Tenemos un gobierno tipo soviético que ahora ejecuta el más terrible shock económico
ROBERTO GIUSTI | EL UNIVERSAL
A finales de los años 60 y comienzos de los 70, cuando ser de izquierda era moda ineludible, los jóvenes clase media se la veían duras para asimilarse a esa condición. El código implícito, según las normas de la contracultura dominante, consistía en renegar del origen, de la educación, de los hábitos y, en general, de la forma de ser y de vivir, de la "pequeña burguesía", término tomado en préstamo (con licencia de libre interpretación) de la terminología marxista. Una contradicción, porque si bien en Occidente la rebelión condenaba los valores del capitalismo y del imperialismo norteamericano, en los países de Europa Oriental, donde la represión resultaba mucho peor, los estudiantes luchaban contra la opresión del imperialismo soviético, concreción unívoca del "socialismo real".
Pero allí no terminaban las contradicciones porque si en las apariencias, el pelo largo, las sandalias de cuero mugrosas, la vestimenta descuidada y el talante desafiante funcionaban como señas del cambio de identidad, mucho burguesito aceptaba el estipendio semanal de sus padres, así como el pago de la universidad privada, el Volkswagen escarabajo con el rock a todo volumen y una que otra rumba en la discoteca de moda (este de Caracas, digamos; por ejemplo, La Lechuga) con la jeva del momento, en disciplinada ejecución de discursos en boga como el del "amor libre". Pero otros se lo tomaron en serio, renegaron desde el fondo de una convicción firme y entonces, nueva contradicción, o escogían la vida en un cerro de Caracas como activistas comprometidos con la causa de la igualdad y la lucha contra la pobreza, a veces, convertidos en curas, o caían bajo el influjo, ya en vías de extinción, de la lucha armada.
No todos los cambios, ni mucho menos, fueron generados por la revolución de la contracultura, pero no sería descabellado reconocer su contribución en la defensa de los derechos humanos, la igualdad total de género, la pérdida de rigidez de las instituciones y un nuevo tipo de sensibilidad que va más allá de meramente social. Sólo que como contrapartida vendría la reacción del status quo, la imposición del neoconservadurismo y el entronizamiento del neoliberalismo económico.
Hoy el país está en manos de lo peor de aquellos mundos. Tenemos un gobierno de naturaleza totalitaria, tumultuaria, militarista y represiva, tipo soviético, que provocó la Primavera de Praga. Sufrimos una dirigencia conformada, en parte, por los encapuchados de entonces (radicales y violentos), ajenos a la consigna de paz y amor. Y ahora, para colmo de males, los salseros de los 70, ecológicos y contestatarios, se transforman en ejecutores de un terrible shock económico jamás imaginado por el menos sensible de los fondomonetaristas de los 90.
@rgiustia
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